ADVERTENCIAS A MÍ MISMO

En el centenario del nacimiento de Norman Mailer

sábado, 25 de diciembre de 2010

ENTREVISTA: PAUL AUSTER Escritor

"El arte es un juego que hay que tomarse en serio"

El autor de 'Trilogía de Nueva York' vuelve en su nueva novela, 'Invisible', a algunos escenarios de juventud como París o Columbia. Es un libro poblado por jóvenes escritores víctimas del azar, el amor y la violencia

ANDREA AGUILAR - Nueva York - 
 
Paul Auster (Newark, Nueva Jersey, 1947) regresa a la Universidad de Columbia y a París, dos lugares donde pasó parte de su juventud, con Invisible (Anagrama), su nueva novela. La entrevista transcurre, sin embargo, a pocas manzanas de su casa, en un café de Brooklyn, territorio habitual en sus ficciones. Es el día después de Acción de Gracias. Auster llega con algo de retraso y cortésmente se disculpa. Viste vaqueros y una camisa azul oscuro, lleva puesta una bufanda roja y gafas de aviador negras.
    Paul Auster

    Paul Auster

    A FONDO

    Nacimiento:
    03-02-1947
    Lugar:
    Newark
    Estados Unidos

    Estados Unidos

    A FONDO

    Capital:
    Washington.
    Gobierno:
    República Federal.
    Población:
    303,824,640 (est. 2008)
"Mi trabajo es instinto, sensación, llega de golpe, no puedo defenderme"
"Lo más difícil es escribir sobre sexo, y en este libro hay mucho"
Invisible es el decimoctavo libro y la novela número 13 del autor de Trilogía de Nueva York. La escribió en aproximadamente seis meses en 2008. Desde entonces ha estado trabajando en la siguiente, que ya ha acabado y saldrá dentro de un año. El nuevo libro ha recibido una brillante crítica en The New York Times, que lo ha saludado como su mejor obra, pero también otra funesta, a cargo del crítico de The New Yorker James Wood.
Lo cierto es que Invisible vuelve a estar poblada por escritores y jóvenes poetas -personajes familiares en el trabajo de Auster- que son víctimas del azar, el amor y la violencia. En este caso es un incesto lo que hace palpitar la trama. Dice que cuando su esposa (la también novelista Siri Husvedt) leyó este pasaje le dijo que parecía estar escribiendo sobre ellos. "Llevamos casados 30 años y hemos construido una amistad muy íntima, un vínculo emocional, intelectual y físico muy fuerte. Creo que tiene razón, de alguna manera eso estaba ahí cuando escribí", explica.
El escritor reconoce que en su ficción necesita hablar de espacios que le son familiares. "Me gusta escribir sobre cosas que conozco y que me han rondado la cabeza durante años. Intentas contar la verdad de tu personaje y del mundo tal y como lo conoces, pero al final el arte es un juego y por eso es divertido, aunque hay que tomárselo muy en serio", dice.
Como Walker, el protagonista de Invisible, Auster era estudiante en Columbia en 1967, le apasionaba la poesía francesa, que se esforzaba por traducir, y aquel año viajó a París en un intercambio. "He comprobado que cuando te concentras en algo distante en el tiempo la memoria te impulsa hacia delante", confiesa. Con su personaje también comparte el recuerdo de un cochambroso hotel en París donde él vivió en 1965. Y Auster, como Walker, fue un firme opositor a la guerra de Vietnam, aunque fantaseó con alistarse con los israelíes en la Guerra de los Seis Días. "Pensé que debía ir pero cuando empecé a planteármelo seriamente la guerra ya había terminado".
En la novela resuenan algunos temas de actualidad. Por ejemplo, el asunto de la evasión de la justicia que obsesiona al protagonista. Este viejo debate ha cobrado nueva fuerza con el caso de Roman Polanski, con quien Auster coincidió en los noventa en un jurado del Festival de Venecia. "Terminé el libro mucho antes de que le detuvieran", explica el escritor, uno de los firmantes del manifiesto en apoyo del director. "Éste es un asunto muy triste. Es un hombre mayor y no entiendo por qué esperaron 30 años para detenerle. Firmé porque me pareció injusto. Hasta donde yo sé, el juez estableció como pena que pasara un tiempo en un hospital psiquiátrico y Polanski cumplió. Luego el juez se retractó y fue entonces cuando se dio a la fuga. Ahora de pronto a todo el mundo le importa este caso, y yo la verdad es que creo que esto ya no es un caso".
La publicación del manuscrito póstumo e inacabado es otro de los ejes estructurales de Invisible. ¿Qué opina de la reciente y polémica publicación del último libro de Nabokov? "Él dijo que no quería que se publicase y su hijo ha tomado ahora la decisión de sacarlo a la luz", contesta. "En el caso de mi novela, no creo que Walker tuviera nunca en mente publicar lo que escribía. Se trata de introducir no ficción dentro de la ficción". El juego narrativo que Auster establece divide la novela en tres partes, con tres narradores y varios saltos entre pasado y presente. "Todo fue orgánico. Las historias me llegan de esa manera: emanan de una necesidad por contar y llega todo de golpe. Así es con todo mi trabajo. Es instinto, una sensación", sonríe. "No puedo defenderme".
La narración de Invisible pasa por la primera, la segunda y la tercera persona. "Cada una te pone en un estado mental diferente", asegura. "La segunda persona es la que da más miedo, de alguna manera parece que vuelve la historia del revés. A Walker le permite tomar distancia de sí mismo y al mismo tiempo el lector penetra bajo la piel del narrador, produce intimidad".
¿Es la intimidad lo más importante en literatura? "Depende de lo que quieras hacer. A veces uno busca objetividad y distancia". Confiesa que las escenas íntimas han sido lo que más le ha costado. "Lo más difícil es escribir sobre sexo, y en este libro hay mucho".

miércoles, 22 de diciembre de 2010

COETZEE

'Verano', de Coetzee, libro del año de Babelia

55 especialistas eligen las obras más destacadas de 2010. Yeats, Piglia, Vargas Llosa, Guelbenzu, Talese, Judt, Pacheco, Zambrano, Giralt y Lahiri encabezan la lista

WINSTON MANRRIQUE SABOGAL - Madrid - 

Las memorias de uno de los grandes premios Nobel de este siglo, el poemario completo de un clásico del siglo XX y la novela de uno de los más importantes autores en español contemporáneos ocupan los tres primeros lugares de Los mejores libros del año de Babelia. Se trata de Verano, de J. M. Coetzee; Poesía reunida, de W. B. Yeats; y Blanco nocturno, de Ricardo Piglia. La lista es el resultado de una encuesta con 55 críticos y periodistas de Babelia, la revista cultural y literaria de EL PAÍS, que se realiza por tercer año consecutivo con medio centenar de especialistas. Toda la información se adelantará en Babelia este viernes 24 de diciembre, debido a que el sábado 25 no hay periódicos.
La lista completa de los diez primeros libros que son doce debido a un triple empate en el décimo lugar es la siguiente:
1-Verano, de J. M. Coetzee (Mondadori)
2-Poesía reunida, de William Butler Yeats (Pre-Textos)
3-Blanco nocturno, de Ricardo Piglia (Anagrama)
4-El sueño del celta, de Mario Vargas Llosa (Alfaguara)
5-El amor verdadero, de José María Guelbenzu (Siruela)
6-Retratos y encuentros, de Gay Talese (Alfaguara)
7-Algo va mal, de Tony Judt (Taurus)
8-Dublinesca, de Enrique Vila-Matas (Seix Barral)
9-Tarde o temprano. Poemas 1958-2009, de José Emilio Pacheco (Tusquets)
10-Esencia y hermosura. Antología, de María Zambrano (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)
Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente (Anagrama)
Tierra desacostumbrada, de Jhumpa Lahiri (Salamandra).
El artículo del libro ganador que publicará Babelia lo ha hecho el escritor y crítico irlandés Colm Tóibín, colaborador de publicaciones como The New York Review of Book, Irish Times y Vanity Fair. Para Tóibín, autor de Brooklyn (Lumen), el Nobel surafricano Coetzee logra en Verano "recuperar una actitud juguetona. Imagina que está muerto y que un biógrafo está tratando de reconstruir cómo era su vida en la época en la que escribió sus dos primeros libros, Tierras de Poniente y En medio de ninguna parte, entre 1971 y 1977. El biógrafo tiene que trabajar con sólo unos fragmentos de memorias; algunos quizá no son fiables. De modo que parte en busca de personas que conocieron a Coetzee en aquellos años y las entrevistas. La mayor parte de la novela consiste en las transcripciones de dichas entrevistas".
Mañana, en la edición de ELPAÍS.com, se publicará un especial con los libros elegidos: críticas de las obras más destacadas, los títulos agrupados por ocho géneros (los cinco primeros de cada uno), la lista de las votaciones de cada uno de los 55 especialistas que participaron y un análisis completo de la encuesta. Los libros más destacados de la encuesta tuvieron un tratamiento especial en Babelia, en su momento, con entrevistas, largas críticas e incluso, algunos fueron portada y libros de la semana. Por lo pronto, la continuación del listado de los 20 mejores libros del año, que son 29 debido a varios empates:
11- El mundo bajo los párpados. Jacobo Siruela (Atalanta)
12- Visión desde el fondo del mar. Rafael Argullol (Acantilado)
13- Hojas de Madrid. Con La Galerna (1968-1977). Blas de Otero (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)
- Libro de los muertos. Apuntes 1942-1988. Elias Canetti (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)
14- Notas al pie de Gaza. Joe Sacco (Mondadori)
15- Correr. Jean Echenoz (Anagrama)
16- Autobiografía sin vida. Félix de Azúa (Mondadori)
- Del lado del amor. Poesía reunida 1994-2009. Juan Antonio González Iglesias (Visor)
- Nunca fue tan hermosa la basura. José Luis Pardo (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)
- Todo lo que tengo lo llevo conmigo. Herta Müller (Siruela)
17- Brillan monedas oxidadas. Juan Eduardo Zúñiga (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)
18- Hoy no es ayer. Ensayos sobre la España del siglo XX. Santos Juliá (RBA)
- La experiencia totalitaria. Tzvetan Todorov (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)
- Leviatán o la ballena. Philip Hoare (Ático de los libros)
- Una saga moscovita. Vasili Aksiónov (La otra orilla)
19- La idea de la justicia. Amartya Sen (Taurus)
20- La muerte del adversario. Hans Keilson (Minúscula)
La tercera parte de las memorias de Coetzee, Verano, el es cuarto libro del año elegido por Babelia en una encuesta con medio centenar de especialistas. Las obras de los años anteriores fueron: 2009: Anatomía de un instante, de Javier Cercas (Mondadori); 2008: Chesil Beach, de Ian McEwan (Anagrama); y 2007: Vida y destino, de Vasili Grossman. Veremos que nos depara el próximo año que ya promete grandes nombres, y, seguramente, grandes libros.

lunes, 20 de diciembre de 2010

sábado, 18 de diciembre de 2010

LAS VOCES DEL SILENCIO

André Malraux: las voces del silencio


Le pido prestado a André Malraux el título de uno de sus libros fundamentales sobre las artes plásticas, porque justamente de Malraux tratará hoy esta columna. Inexorablemente, en la vida de todo lector voraz llega la hora -crepuscular- de la relectura. Es cuando se descubre, medio siglo después, que del texto leído a los veinte, veinticinco años, poco o nada se entendió. Hasta tal punto que uno da gracias al tiempo transcurrido porque permite renovar y ahondar la emoción de aquel primer encuentro, como si todo (incluido el viejo lector) fuera nuevo otra vez.
Así me ocurrió en estos días con "Las voces del silencio", de Malraux, ese viaje por la historia mundial de las artes que abarca no sólo a la cultura occidental sino también a Oriente, el arte precolombino, el de los niños, el de los locos... Muchas conclusiones del gran escritor son discutibles, y otras resultan de una exactitud y una clarividencia que, a casi cincuenta años de su enunciación, la actualidad no hace sino corroborar, con asombro. Me interesa destacar aquí la frecuencia con que Malraux reflexiona sobre la estrecha relación que en ciertas épocas hubo entre pintura y teatro.

* * *
Ya en los vasos griegos se figuraban escenas de tragedias y comedias, y los restos de pinturas romanas, al fresco o en mosaico, muestran a menudo a los actores, en acción o en reposo. Ilustres críticos franceses de arte, Pierre Francastel y André Chastel, han demostrado cabalmente cómo el teatro y la pintura intercambiaban imágenes en la Edad Media, sobre todo a partir de la creación del gótico: "El arte románico es ajeno al teatro", sostiene Malraux. En cambio, el barroco (fines del siglo XVI, todo el XVII y parte del XVIII) es esencialmente, frenéticamente teatral. Anota: "El teatro ocupaba en la vida un lugar cada vez mayor; en literatura, pasaba a primer plano; en las iglesias jesuitas imponía su estilo a la religión. La representación encubría la misa como la nueva pintura encubría los frescos y los mosaicos [...]. Durante tres siglos, después de un relámpago de armonía y algunos bellos decorados, el gusto del teatro sustituyó a lo que se había creído ser, durante siglos de fe, el gusto de la verdad, y que desde los Génesis románicos hasta las floraciones renacentistas había sido la voluntad de una inmensa Encarnación. La pintura quiso ser un teatro sublime".

* * *
"Los jesuitas aceptaron la libertad barroca solamente en el vasto dominio ornamental que hacía de la iglesia un decorado, y sometieron pronto el gesto barroco al arte de la ilusión, a la pintura que sublimaban los cuadros vivos que sus colegios honraban." (Recordemos aquí, al pasar, las representaciones teatrales edificantes ejecutadas por los indígenas en las misiones jesuíticas.) Prosigue: "De ahí el carácter furiosamente profano de este arte que se decía religioso. Esas santas no eran ni totalmente santas ni totalmente mujeres: se habían convertido en actrices. De ahí también la importancia de los sentimientos y de los rostros: el medio de expresión más importante del pintor no era el dibujo ni el color: era el personaje".
La era siguiente, la edad neoclásica, abominará de estas frenéticas representaciones bíblicas o evangélicas, para reemplazar a sus héroes por otros no menos teatrales: "Los elegirá en la tragedia clásica en vez de elegirlos en la tragedia jesuita". Y si bien el arte moderno, dice Malraux, se negará a narrar, subsiste el criterio según el cual "toda persona indiferente a la pintura da vida, instintivamente, a los cuadros y los juzga en función del espectáculo que sugieren".
Por Ernesto Schoo

jueves, 16 de diciembre de 2010

ECO

Después de El nombre de la rosa, Eco es otra vez best seller

Luego de la crítica que le hizo la Iglesia Católica, vendió en Italia 600 mil ejemplares en un mes. Una genealogía del antisemitismo y una reflexión sobre el papel de la prensa.
  En Italia, en un mes se vendieron 600 mil ejemplares y no entiendo por qué. O se volvieron locos, y ciertamente lo están porque votan a Berlusconi, o el libro habla de cosas que suceden hoy”, dijo Umberto Eco sobre su última novela, El cementerio de Praga, que no sólo desató una enorme polémica, sino volvió a consagrarlo como un best seller. Su repercusión, en efecto, fue casi tan grande  como la que tuvo hace tres décadas El nombre de la rosa, la novela que desplegaba la intriga policial en un ámbito culto por excelencia: un convento medieval en que los monjes se abocaban a la tarea de copiar manuscritos. La última, en cambio, se sitúa en el siglo XIX en que se anuncian los problemas que vivirá el siglo XX y que permanecerán sin resolverse también en el siglo XXI. El falsificador profesional Simone Simonini descubrirá que los libros y la prensa son dos elementos privilegiados para la manipulación. Este descubrimiento le llegará por vía, entre otras cosas, del discurso antisemita, cuyos efectos trágicos conocieron muy bien quienes vivieron en la segunda mitad del siglo XX. Simonini odia no sólo a los judíos, sino también  a las mujeres, a los masones, a los jesuitas y a todo lo que lo rodea. La novela recrea cómo se gestó ese odio, aunque este valor casi documental no es admitido como tal por todos los críticos. Algunos dicen que el texto estimula a través de su genealogía esos sentimientos negativos que culminaron con la matanza de 6 millones de judíos. Cuesta pensar, sin embargo, que ese haya sido el objetivo de Eco. Lo cierto es que el personaje que pone en escena hace gala de una gran incorrección política y por eso la novela se ha convertido en un blanco de críticas de diferente índole. Por ejemplo,  a través del Obsservatore Romano, su texto ha sido criticado porque se hace referencia al antisemitismo que pusieron en evidencia los jesuitas. Pero las malas críticas no siempre dan resultados negativos. Paradójicamente, a veces, se convierten en un excelente argumento de venta. De hecho, la observación de la Iglesia lo único que consiguió “es que se vendieran 100 mil ejemplares más del libro”, según lo declaró el propio autor.
Eco es quien inaugura con El nombre de la rosa la moda del best seller erudito. El Código Da Vinci es producto, en parte, de ese impulso por tomar material histórico y convertirlo en material literario. Pero a diferencia de la novela que se desarrollaba en un convento medieval, El cementerio… remite a un problema muy actual y tiene una connotación particular en Italia. Allí, el archienemigo de Eco, Silvio Berlusconi, es el dueño de un monopolio informativo que contribuye a mantenerlo en el poder. Y lo que plantea la novela tiene que ver, precisamente, con la “construcción” de la realidad a través del discurso periodístico y con la forma en que los discursos falsos circulan y alcanzan tanta o mayor eficacia que los verdaderos.

martes, 7 de diciembre de 2010

NORMAN MAILER

Norman Mailer, el autor que golpeó la conciencia de tres generaciones

  • Ya desde su primer libro 'Los desnudos y los muertos' tuvo un éxito arrollador
  • Su segundo Pultizter llegó 11 años después del primero, con 'The Executioners Song'
Foto: William CouponFoto: William Coupon


DAVID TORRES
 
MADRID.- Novelista, periodista, ensayista, cineasta a ratos, hombre de letras de la cabeza a los pies, Norman Mailer era el último vástago de una tradición genuinamente americana: el heredero directo de una estirpe que también dio a Jack London y a Hemingway. Ha muerto el 10 de noviembre de 2007 en Nueva York a los 84 años.
En su famoso libro sobre la pelea entre los boxeadores Ali y Frazier, 'El rey de la montaña', Mailer escribió que el ego era el gran sustantivo del siglo XX, la palabra más importante añadida a la potencia esencial del idioma. Pocos escritores del pasado siglo pueden vanagloriarse de un ego semejante al de Mailer, que se convirtió a sí mismo, a todo lo largo de su escritura, en el martillo, el yunque y el fuego.
Nacido en Long Branch, New Jersey, en 1923, en el seno de una familia judía, pasó la adolescencia en Brooklyn y se diplomó en Mecánica Aeronáutica en Harvard en 1943. Reclutado por la Armada en 1944, luchó en el frente del Pacífico, una experiencia que reflejaría en 'Los desnudos y los muertos', probablemente uno de los mejores libros sobre la Segunda Guerra Mundial y tal vez su mejor novela. Publicada en 1948, la obra supuso para el joven debutante un clamoroso éxito de crítica y público y, desde entonces, su nombre pasó a formar parte de una brillante y múltiple constelación de escritores (Truman Capote, John Updike, Saul Bellow, Philip Roth) que acabaría por formar la vanguardia de las letras estadounidenses.
En 1951 publicó 'Costa bárbara' y en 1955 'El parque de los ciervos', novelas ambas que no alcanzaron ni de lejos la resonancia de su libro bélico. Volcado hacia el periodismo, fundó el semanario neoyorquino 'The Village Voice', donde publicó en 1956 su celebérrimo reportaje 'El negro blanco: reflexiones superficiales sobre el hipster', un ensayo incendiario con una peculiar visión de los problemas raciales y una demoledora exaltación de la violencia. Al tiempo que apoyaba a Kennedy y tronaba contra la Guerra de Vietnam, Mailer se iba transformando, si no en la conciencia fetal de EEUU, sí en el Pepito Grillo más vocinglero y meticón de toda la intelectualidad norteamericana, la voz más agria de la contracultura.
Servidos en una prosa fastuosa, subversiva y delirante, sus trabajos de campo sobre las convenciones demócratas y republicanas de finales de los 50 y comienzos de los 60 (recogidas, en parte, en Los papeles presidenciales), y el reportaje sobre la marcha pacifista sobre el Pentágono (Los ejércitos de la noche, 1967) le convirtieron, en palabras de Robert Lowell, en "el mejor periodista de América".
Mientras tanto, en el terreno privado, su vida seguía los mismos derroteros contradictorios, virulentos y salvajes que su escritura. Enemigo declarado de cualquier método anticonceptivo, tuvo nueve hijos a lo largo de seis matrimonios, arrastrando una larga serie de pensiones de divorcio y una agitada trayectoria conyugal que culminaría en 1960 con el apuñalamiento de su segunda esposa, Adele Morales, durante una borrachera bastante subida de tono. La agresión se saldó con una breve visita del escritor a un hospital psiquiátrico y con un libro escrito por la ex de Mailer en 1997, 'La última fiesta'.
Quizá no sea casualidad que dos de sus mejores novelas ('Los hombres duros no bailan' y 'Un sueño americano') alberguen fantasías sobre esposas asesinadas. Ambos libros también participan de la vertiente filosófica de Mailer: una visión sumamente personal del existencialismo que gira en torno a la idea de un demiurgo imperfecto, una especie de dios exhausto cuya creación se le ha ido de las manos como una alocada novela donde los personajes se desmandan, seducidos por un astuto diablo encarnado en el plástico y el cáncer. Dentro del volumen 'Caníbales y cristianos', los ensayos 'La metafísica de la barriga' y 'La economía política del tiempo' presentan algunas de sus ideas más excitantes, profundas y polémicas.
A comienzos de los 70, Mailer realizó algunas películas experimentales (la más conocida es 'Maidstone'), pero en el cine tuvo tan poco éxito como en su carrera política: se presentó varias veces a la alcaldía de Nueva York y confesó (en A'dvertisements for Myself') que en varias ocasiones se había presentado como candidato a presidente "en la intimidad de mi mente". Milos Forman aprovechó su aspecto inconfundible (baja estatura, melena explosiva, ojos llameantes) para un breve papel en 'Ragtime' (1981). Pero Mailer daba mucho más juego en la televisión y en las apariciones públicas, donde mantuvo sonadas broncas con otros colegas de profesión.
En 1958 desafió a una pelea a puñetazos al novelista William Styron por una supuesta burla que éste había hecho de su segunda esposa, Adele Morales. En 1971 la sangre llegó al río con Gore Vidal, a quien agredió públicamente porque lo había comparado con Charles Manson. Pero la más célebre y rocambolesca de sus trifulcas -mantenida a lo largo de décadas, como un tormentoso noviazgo- fue la relación de amor y odio con Truman Capote, uno de los pocos escritores a quienes Mailer respetaba (llegó a decir que era "el escritor perfecto de mi generación") y con quien mantuvo agrias polémicas prácticamente por cualquier cosa: desde Kerouac y los beatnik (a quienes Capote despreciaba) hasta 'La canción del verdugo' (1979), la monumental novela por la que Mailer ganó por segunda vez el Pulitzer. Basada en la vida del asesino Gary Gilmore y escrita a la manera de un gran reportaje de investigación, el libro demuestra la influencia del nuevo periodismo y sobre todo de la obra maestra de Capote, 'A sangre fría'. Pero también supuso un triunfo personal de Mailer que, por una vez, abandonó su propio ego durante centenares de páginas para lanzarse a un exacto y descarnado ejercicio de objetivismo.
Obsesionado por la masculinidad, como London y Hemingway, Mailer también era un devoto del boxeo que siguió atentamente la carrera del mejor peso pesado de su época, Muhammad Ali. En 1973 viajó hasta Kinshasa (El Congo) para presenciar el fenomenal combate entre Ali y Foreman, y la crónica que escribió del mismo ha quedado como una de las leyendas imborrables de la profesión periodística y de la literatura deportiva. Otro tanto ocurre con el 'Homenaje a El Loco', amplio reportaje sobre un torero mexicano, donde su preciso y coloreado instrumental de escritor encuentra un terreno abonado para sus espléndidas metáforas. En cambio, a pesar de sus estudios de ingeniería aeronáutica en Harvard, 'Un fuego en la luna' (un ambicioso reportaje sobre la misión del Apolo XI), carece de ese inigualable toque de exaltación y maestría que posee Mailer cuando un tema le apasiona.
Eterno candidato al Nobel durante varias décadas, su fama de bocazas y de provocador nato lo alejaron siempre de las quinielas de ganador. Machista acérrimo, profeta aficionado, bufón a ratos, intelectual de pura raza, Mailer quiso ser y fue toda su vida un incordio, un agitador de conciencias, la encarnación misma de lo políticamente incorrecto: una piedra de escándalo para el feminismo rampante y una afrenta viva para varios presidentes, de Johnson a Bush Jr., pasando por Nixon y Carter.
Poseído de una curiosidad omnívora de la que da cuenta una amplísima bibliografía que incluye, además de docenas de libros, centenares de columnas, artículos y reseñas, hicieron época su defensa dostoievskiana de 'American Psycho' y su ataque descarnado contra Tom Wolfe. En 1983 publicó 'Noches de la antigüedad', una ambiciosa y voluminosa novela sobre el Antiguo Egipto, que incluye cuatro reencarnaciones de un personaje, y en 1991, 'El fantasma de Harlot', una novela, no menos voluminosa y ambiciosa, sobre el funcionamiento interno de la CIA.
Mailer nunca dejó el centro del cuadrilátero, ni siquiera en estos últimos años en que, viejo y enfermo, no dejaba de acudir a lecturas y encuentros con universitarios. El pasado octubre, fue sometido a una operación de pulmón de la que pocos confiaban en que pudiera recuperarse. Murió el 10 de noviembre, a los 84 años, en el hospital Monte Sinaí de Nueva York. En sus últimos libros se atrevió a sacar a la palestra a Cristo, a Hitler, y al mismísimo diablo, adversarios que él, quizá, consideraba a su altura.

sábado, 27 de noviembre de 2010

SAM SHEPARD COMO DRAMATURGO

"LOCOS DE AMOR" SERÍA LA TRADUCIÓN DE UNA DE SUS YA CLÁSICAS OBRAS DE TEATRO

SAM SHEPARD COMO POETA

Sam Shepard es actor, dramaturgo, músico, poeta. Aquí va algo de su poesía
 

A ver si lo entiendo
 
¿Dices
Que te tortura el no poder escribir
O que
No puedes escribir porque estás torturado?
 
¿Dices
Que en estos tiempos te han convertido en un escéptico
O que
Estos tiempos confirman tu escepticismo?
 
Mira, voy a decirte una cosa
Preferiría tener que echarles el lazo a las reses
Que hablar de política contigo
 
Preferiría caer borracho perdido
Debajo de un camión de remolque
 
Tu desesperación es más aburrida
Que el Merv Griffin Show
 
Tu gimoteante lloriqueo
Tus grandes soluciones baratas para la delincuencia
 
Levanta el culo y ponte a cocinar
Haz con tu tiempo
Lo que quieras
Pero no malgastes el mío
 
 
                                      2/80
                                      Santa Rosa, Ca.
 
 
 
 
ambas rodillas en tierra
los codos metidos en la noche
 
es cierta
esta profunda conexión
es indudablemente cierta
 
la tierra transmite un mensaje
lo exhala
lo capto al inhalar
 
mofetas
conejos muertos
el calor del día se escapa
 
tú estás en un tren, lejos
te veo mirando por la ventana
a las afueras de Salt Lake City
 
yo estoy aquí
colgando de la ventana
 
 
                                      29/4/81
                                     Homestead Valley, Ca.
 
 
 

“El lector ideal es el adolescente”

En 1979 revolucionó el mundo de la crítica literaria con su libro La segunda mano o el trabajo de la cita, que anticipó la lógica de Internet. Por eso no sorprende que ahora dedique sus reflexiones al impacto que tendrá el nacimiento y generalización de los libros electrónicos (o numéricos), también conocidos como e-book, sobre escritores, lectores y, más globalmente, la cultura de nuestro tiempo.
Por Eduardo Febbro
Desde París

El historiador y crítico literario Antoine Compagnon contó en un libro delicioso la historia de un hombre que cortaba con una tijera las páginas que no le gustaban de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. De aquel libro monumental –por su extensión y su hazaña literaria y estética– no le quedaban más que unas cuantas páginas selectas. Esa mutilación física de un libro impreso respondía a una selección apasionada. Median muchos años y avances tecnológicos entre esta historia y la formación lenta pero verosímil de un lector numérico (e-book) y de una ficción digital. Antoine Compagnon lleva más de 30 años dando clases de Literatura en la Universidad de la Sorbona, en el College de France y en la Universidad de Columbia de Nueva York. Entre el señor de las tijeras y los señores de los pixeles este autor riguroso y elegante vio esbozarse una amenaza que se hizo realidad: la lectura, la lectura de textos literarios, ha quedado relegada a una función de mera distracción superficial. El libro, que forjó la identidad de Occidente, cede terreno ante las nuevas formas de leer derivadas de la era digital. Al mismo tiempo, la creación de grandes obras literarias, las novelas mundo, se fueron espaciando con el tiempo. En uno de sus libros traducidos al español, ¿Para qué sirve la literatura?, Compagnon se pregunta qué sentido tiene la literatura en estas décadas en que la oferta distractiva estrecha el tiempo de la lectura y las imágenes reemplazan la proyección imaginaria. “Mi fe en el futuro de la literatura –escribió Italo Calvino– consiste en saber que hay cosas que sólo ella puede darnos.” ¿Y qué puede darnos la lectura literaria, qué alternativa nos proponen la lectura numérica o las obras digitales donde conviven la palabra y los objetos multimedia? Compagnon no se demora en la amenaza del fin ni en el lamento por el retroceso de la literatura –que constata–, ni en la proyección apocalíptica. Este autor brillante defiende, más que un género en sí, una práctica: la lectura. “La literatura es un ejercicio del pensamiento: la lectura, una experimentación de lo posible”, dice Compagnon. Es imposible pensar la historia del mundo sin el objeto libro. ¿Qué quedará de su maravillosa contribución al pensamiento, a la transmisión de las ideas, a la comprensión del mundo, una vez que avance su transmutación hacia el libro electrónico? ¿Google fagocitará a Borges e Internet a Joyce? Así como el libro modeló un tipo de humanidad, ¿qué saldrá del objeto tecnológico? Para Antoine Compagnon, la amenaza central no está en el agotamiento de la creatividad sino en la compresión de la masa de lectores. La lectura numérica, en pantalla, y la escritura numérica, articulada en imágenes y sonidos, terminarán forzosamente por “crear” un nuevo tipo de lector. ¿Menos humanista? ¿Menos profundo? ¿Menos reflexivo? Las respuestas son inciertas. Cuando salió el CD ROM, los heraldos decretaron de inmediato el fin del libro. Pero sigue entre nosotros. Compagnon pone de relieve una paradoja: ve en la lectura a través de Internet “una resurrección de la lectura pre moderna, la que precedió a Gutenberg y a la era del libro”.
Con el apoyo de una profusa obra teórica, crítica e histórica, Antoine Compagnon llevó sus últimas reflexiones al territorio de la coexistencia entre la lectura entretenida de la era numérica, la lectura de obras literarias y el imperio de la ideología de la narración, que domina el mundo. Antoine Compagnon es autor de más de una docena de libros, de los cuales dos han sido traducidos al español. El más célebre es Los antimodernos. En este ensayo paradójico, que analiza la resistencia a la modernidad, el autor demuestra cómo las figuras centrales de la corriente antimoderna han sido los auténticos animadores de la modernidad. ¿Será el libro un objeto sustantivo de la modernidad?

Libros electrónicos y libros de papel

–La pregunta que mucha gente se hace, y que ha revestido en los últimos dos años una forma del miedo, consiste en saber si la literatura, la narración en general, debe tener miedo del formato electrónico.
–No se puede responder simplemente por sí o por no. Es evidente que la irrupción de lo numérico transforma muchas cosas. Lo primero que cambia de manera fundamental es nuestra manera de leer. ¡Hasta yo leo cada vez más en una pantalla!: prensa, artículos, informes y libros. Nuestra lectura pasa de lo impreso a la pantalla y esto cambia cosas fundamentales en nuestra forma de leer. También se puede decir que, cuando estamos ante una pantalla, operamos en multitarea porque realizamos unas cuantas actividades simultáneas. La pantalla sirve al mismo tiempo para comunicar, hablar por teléfono, intercambiar mensajes, etc. La lectura de la literatura era un gesto solitario, bastante aislado, que exigía amplias playas de tiempo. Leer supone largos momentos sin distracción. Creo que hay un aspecto muy importante de la literatura que se ve modificado con los cambios de los modos de lectura. Pertenezco a una generación que primero leyó libros impresos y ahora lee en superficies numéricas. Las próximas generaciones aprenderán a leer sobre pantallas. Se están produciendo cambios profundos. Hay menos lectura impresa, por consiguiente menos lectura de libros. Es lícito entonces tener cierta preocupación sobre la lectura de la literatura. Agrego, además, que está la literatura que se lee y también la que se escribe. No veo entonces cómo la literatura que se escribe puede escapar a todos estos cambios tecnológicos. Habrá sin dudas nuevas formas literarias ligadas a los nuevos medios. Creo que veremos aparecer una literatura numérica de la misma manera que en el siglo XIX vimos aparecer los relatos por entregas en los diarios. Esos relatos cambiaron el curso de la historia de la novela. Así, entonces, si la prensa trastornó la novela no creo que la literatura pueda mantenerse a salvo de las transformaciones derivadas de la era numérica. Destaco que siempre habrá literatura, siempre tendremos creadores. Ese no es un tema que debe preocuparnos. Los creadores incorporarán los soportes numéricos a sus creaciones. Eso ya existe en los Estados Unidos, los llamados libros multimedia que incluyen elementos audiovisuales. En cambio, sí podemos preocuparnos por la lectura misma. Nuestro tiempo está fagocitado por la electrónica. Las prótesis numéricas que nos rodean rara vez nos dejan solos.
–Usted decía que resulta difícil leer a Proust o a Hegel de manera prolongada en una pantalla.
–Sí. Sigo asociando esas grandes novelas al objeto libro. Hoy hay muchos soportes: iPad, el Kindle de Amazon. Reconozco que, desde hace un año, los lectores numéricos se han acercado al libro impreso. Pero tampoco debemos olvidar que el libro impreso es un objeto tecnológico muy perfecto, muy ideal. El libro en sí es muy económico, manuable, liviano en relación con la información que puede contener. No creo que este objeto tecnológico vaya a desaparecer muy pronto, incluso si hoy tenemos la oportunidad de leer las grandes novelas de la adolescencia en un iPad o un Kindle.

La imagen contra el imaginario de la palabra

–Usted anticipó hace poco que con los nuevos soportes para leer, nuestra lectura será más en imágenes y menos imaginaria.
–Lo que quise decir es que, por ejemplo, con los libros multimedia vamos a clickear sobre un link y tendremos imagen y sonido. Frente a esto, el libro impreso tiene dos atributos para la literatura y la novela: uno, cuando leemos un libro impreso tenemos el control del tiempo en relación con la imagen. Cuando estamos en una novela, el tiempo es el tiempo del lector. Puede acelerar, aminorar, hacer una pausa, volver a leer. No es lo mismo que un libro electrónico, incluso si miramos un DVD no es igual al movimiento del pensamiento a través de un libro. Dos, el otro gran atributo del libro es la dimensión imaginaria. Nos figuramos y nos representamos lo que leemos. El mundo numérico es el universo de la imagen total, un mundo en el cual hay menos lugar para el imaginario. Eso es lo que quise expresar cuando hablé de una lectura más en imágenes y menos imaginaria. Quise manifestar el temor de que la facultad imaginaria ligada a la literatura se vea sacrificada en un tipo de literatura numérica y multimedia.
–Tendremos tal vez una situación paradójica: habrá más lectores, pero serán menos profundos.
–Sí, la meditación, lo que está auténticamente ligado a la lectura solitaria y prolongada del libro puede diluirse.

El humanismo de la era numérica

–La cultura occidental ha sido modelada por el libro. ¿Qué tipo de cultura y de ser humano puede modelar la era numérica?
–Esto plantea grandes interrogantes. A veces se dice que el sujeto moderno tiene al lector como modelo. Esto nos remite a Montaigne, a la irrupción de la subjetividad, de la identidad, de eso que se forja a través de la lectura. La identidad se reconoce a través del movimiento de la lectura. Si la correlación entre lectura, libro e identidad es muy fuerte no es menos cierto que estamos asistiendo a grandes cambios que van más allá de la técnica. ¿Acaso es una gran época que se cierra o un marco histórico que se agota? No pienso que haya que llegar tan lejos en la afirmación. Sin embargo, los cambios que se producirán son fundamentales.
–Nuestra más crujiente actualidad se conecta con un ensayo suyo de los años ’80, La segunda mano. En este libro delicioso sobre el arte de la cita usted escribió que lo único que hacemos es glosar y entreglosar. En este sentido, Internet es el imperio de la glosa, una suerte de pozo infinito de la cita y de la copia de lo que otro ya escribió antes. ¿Esa dimensión de la cita-copia también cambia la lectura y la escritura?
–Sí, absolutamente. En lo que se refiere a Internet, podemos hablar perfectamente de oralidad, de una suerte de régimen oral. Internet es una suerte de resurrección de la lectura premoderna, la que precedió a Gutenberg y a la era del libro. Esto nos reenvía al Renacimiento. La tecnología actual consagró la intertextualidad y, en cierta medida, la muerte del autor.
–¿Internet nos permite elaborar una novela infinita, colectiva?
–¿Acaso veremos aparecer obras colectivas? Soy escéptico ante esta idea de creación colectiva. Sigo persuadido de que la obra literaria pertenece a una sola persona. Desde luego, hay ejemplos de obras escritas a cuatro manos, pero no son las obras más memorables de la literatura. Es una utopía abierta. Las novelas mundo como las de James Joyce, Dostoievski o Proust tenían un jefe de orquesta para todas esas músicas y palabras.

La invasión de la ideología del relato

–Usted dice una frase clave: la novela mundo. Ese tipo de obras literarias maravillosas, que abarcan el destino humano, han desaparecido de la cultura moderna.
–¡Claro que sí! Y podemos decir que ese tipo de novelas nos hacen falta. Pero tampoco hay que dejar de lado el hecho de que la producción literaria, la producción estética, siempre fue muy importante. Frente a esto, la cantidad de obras memorables no es considerable. Pero es cierto que en la literatura francesa y europea hace tiempo que faltan novelas con esa envergadura, con esa capacidad de aprehender el mundo en su variedad, en su profundidad y complejidad. Esperemos que esa obra surja pronto. No hay nada fatal en esta ausencia. No diría que se trata de un encogimiento definitivo de la literatura. Hubo muchas tesis para explicar la ausencia de novelas mundo: se dijo que la culpa la tenía la teoría de la literatura, que la literatura francesa se marchitó por culpa del Nouveau Roman, otros dijeron que la culpa la tiene la democracia porque la literatura iba mejor bajo el régimen soviético que cuando se cayó el Muro de Berlín. Hay algo cierto en todo esto: la democracia, la sociedad de consumo, etc., etc., no son propicias a la creación literaria. Pero el pesimismo no debe imponerse. Estoy seguro de que la novela mundo incorporará imágenes y sonido, que nos propondrá una lectura hipertextual, un montón de links, que tendrá su propio portal Internet y que no dejará afuera a la literatura.
–Con todo, esa ausencia de novelas mundo se acompaña de otra particularidad: el ataque sistemático contra el relato literario.
–La condena del relato es típica del movimiento moderno. El relato como una trampa, como una ilusión, en todo el movimiento moderno hay una voluntad de terminar con el relato. Pero claro, no se puede terminar con el relato porque necesitamos relatos para imaginar, para conocerse, para comprenderse, para verse. El relato siempre renace de sus cenizas. Paradójicamente, hoy estamos en una ideología del relato. En los últimos años se impuso la idea de que es preciso contar relatos: en la publicidad, en la política. Si no se producen relatos no se es capaz de integrar a los interlocutores. Convencer consiste en tener un relato en el cual el otro puede encontrar su lugar. Estamos entonces en una ideología del relato muy fuerte. La psicología, la filosofía, la sociología nos dicen que para vivir feliz hay que tener un relato. Este reino de la ideología del relato no equivale a decir que la literatura produzca obras de calidad.
–Hay una suerte de oposición hiper-moderna entre el relato espectáculo y el relato literario.
–El relato político, publicitario, psicológico o sociológico es un relato de adaptación. Se trata de un relato de orden, casi de manipulación. La forma de la retórica contemporánea pasa por el relato. En contraposición, la propiedad del relato literario consiste en perturbar el orden, en molestar. Si la literatura no molesta deja de ser literatura y se convierte en pasatiempo, en diversión. La literatura descoloca, desconcierta, provoca. Eso es precisamente lo que no hacen los relatos confortables que nos propone el mundo contemporáneo.

El adolescente como lector ideal

–Usted le ha dado un lugar privilegiado a ese ser plural y anónimo que es el lector. ¿Cuál es para usted la figura del lector ideal, aquel que encarna mejor la persistencia de los valores culturales?
–Para mí, el lector ideal es el adolescente que, en la literatura, en las novelas y también en la poesía, descubre quién es, descubre el mundo. Estamos aquí ante una de las dificultades contemporáneas: la transmisión de la cultura y de la literatura a través del acceso a la lectura de los adolescentes y de los adultos jóvenes. Los jóvenes leen hoy, hay una literatura infantil atractiva y bella, pero nuestra sociedad contemporánea, en particular la escuela, tiene dificultades para que los jóvenes pasen a la lectura adulta. Se ha producido un corte: las mujeres leen, los muchachos no. Se produjo una virilización de la lectura. Nuestras sociedades tienen aquí un problema. Cómo hacer para que los chicos pasen de los libros con imágenes a los libros sin ellas.
–La lectura, en suma, perdió su valor de iniciación.
–Claro, porque esa iniciación puede obtenerse por otros medios: el cine, la televisión, los juegos informáticos, que son también formas de relato. Pero volvemos a lo que hablábamos recién: estos soportes constan de imágenes y el imaginario no trabaja. Estamos en una puesta en escena y en una puesta en imágenes globalizada del relato.
–A la lectura también le faltan sus guías: la crítica literaria como tal se ha esfumado al tiempo que los escritores, que antes escribían sobre otros autores, no se exponen más.
–Una cierta forma de crítica literaria desapareció. Para mí, la crítica literaria está ligada a la conversación sobre los libros. Hay mucha gente molesta porque Internet ofrece una clara degradación de la crítica literaria, una suerte de crítica salvaje. Lo que sí es cierto es que la crítica literaria incitativa, directiva, prescriptiva, desaparece. La crítica literaria no tiene repercusión en los lectores. Ahora bien, lo que más falta es la crítica hecha por escritores. Había una gran tradición de escritores que escribían sobre otros. Todos los grandes escritores del siglo XX escribieron sobre los autores clásicos y contemporáneos. La ausencia de crítica de autor me resulta inquietante, como si los autores ya no se leyeran más entre ellos. Tal vez ello explique por qué no tenemos novelas mundo.
–Alguien comentó en un avión que el autor ideal para la lectura numérica y las pantallas era Jorge Luis Borges.
–Sí, por qué no, es perfectamente plausible. Después de todo, Borges originó todas nuestras reflexiones sobre la intertextualidad, etc. El nos llevó a pensar en esos temas. Por qué entonces no leer los cuentos de Ficciones o La Biblioteca de Babel en un iPhone o un iPad. Sería una forma de justicia hacia Borges.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

MANIFIESTO DADAISTA- TRISTÁN TZARA

Manifiesto dadaísta de Tristan Tzara

El clímax de la provocación
Por Gonzalo Valdivia Dávila, en 7 de noviembre de 2008
Tristan Tzara (1896-1963) fundó el movimiento dadaísta en 1916, proclamando ser la mayor fuerza capaz de subvertir el curso del arte y del pensamiento. En la historia, el Dadá tuvo corta vida, pues tanto Tzara como otros autores dadaístas se pasaron al surrealismo de André Breton. El manifiesto dadaísta se opuso  a la vigencia de la lógica, a la influencia de la moral en el arte, por ser producto de las discusiones de los filósofos,propuso la irracionalidad, la protesta desde el arte mediante la subversión estética.
Planteó dudar del psicoanálisis, de las intenciones morales y didácticas en la literatura. Quiso transgredir toda norma, en su manifiesto blasfema mucho, pero por momentos revela una fe en ruinas. No teme ser inconsecuente, porque considera la vida como expresión de contradicciones. Sin embargo se notan los límites de su proyecto, pues este texto no estaba tan madurado como el manifiesto surrealista, que no desechó el psicoanálisis ni intentó romper con la cultura vigente hasta su fecha.
Los lectores que quieran leer gratis este manifiesto, disponen del siguiente link:
http://www.ideasapiens.com/textos/Arte/manifiesto%20dadaista.htm
 
El arte contra la lógica: Esta propuesta tan arriesgada no tiene mucho asidero en el futuro, pues sabemos que con la lógica progresa la ciencia, el lenguaje y todo campo del logos o discurso del conocimiento. Además la lógica libera de errores de cálculo y clarifica el esbozo y conceptualización de ideas. Oponerse a la lógica es evitar la explicación del hecho artístico, esto no es malo, pero es necesario hacerlo fuera del texto literario es decir en el paratexto, allí hay lugar para la teoría y la crítica.


Tzara proclama el egoísmo en el arte, la obra es solo para el artista quien no busca convidarla, hacerla comprensible es tarea de los periodistas. Los códigos estéticos del artista no deben ser revelados al profano, además la explicación malogra el misterio del texto literario. No se pueden negar estas pretensiones, pero si hubo necesidad de atenuarlas en su momento. Hoy más que nunca la literatura se retroalimenta de sí misma, y este feedback es natural en un mundo letrado.
El grito de Tzara busca opacar la lógica, ensanchar el término del arte, incluyendo trabajos que no han tenido un proceso muy cuidadoso, como el que sigue las formalidades de una obra canónica. En el mundo de hoy, su propuesta está desfasada y superada, puesto que la literatura hoy más que nunca una carrera profesional, donde la guía de expertos y la vida universitaria es vital para asimilarla. No se puede construir un edificio sin cimientos, menos el arte sin la técnica en orden a la lógica.
 
Un arte sin moral: No es necesario que un arte se distancie radicalmente de la moral, es obvio que moralizar por el arte aburre, satura y recarga. Pero la moral es un orden de pensamiento ineludible en el ser humano, incluso el delincuente le tiene presente para trasgredirla según sus fines. Parte de esta negación de la moral está en la blasfemia recurrente en su manifiesto y en su crítica a la bondad y caridad, esto evidencia la influencia de Nietzsche. Carecer de moral sirve para provocar.
La moral es parte del ethos de las naciones, de los oficios y profesiones, es cierto que conecta con la lógica, otro enemigo de Tzara, pero el peligro de atacar todo lo establecido es el salirse del mundo, del orden del pensamiento. Para Tzara, la moral sirve a los fines de la burguesía, quienes limitan al hombre con reglas establecidas. El pide que la lectura se vuelva un acto de furia, donde el hombre pueda protestar contra los sistemas establecidos y no consumirse por la moral.
Un arte desmoralizado puede regodearse  en lo grotesco, lo abominable, sin embargo el arte nació para imitar la naturaleza y buscar la belleza, que a veces se expresa idealizada, pero esto vale como esfuerzo de depurar el lenguaje, hacia un código artístico trascendente. Tzara insiste en que Dadá no significa nada, lo que vale es su actitud de asco, de querer barrer lo establecido, pero en esta empresa su movimiento se desgasta, tanto como los excesos del manifiesto futurista de Marinetti.
 
Vivir en provocación: Si se vive en provocación constante, se pierde  la paz, es función del arte brindar solaz, tanto al receptor como al emisor de la obra de arte. El ocio placentero no busca ganar enemigos, pues el conflicto tiene un límite. Querer presentar un pastiche o un texto descuidado, agravado por la ira y la protesta con lo establecido remite a un periodo circunscrito en el tiempo. Se está contra un grupo o postura intelectual empírica en el curso de la historia, el tiempo es el límite de ello.
La provocación implica un círculo vicioso que se vuelve contra su autor, generando el rechazo del lector. De todas formas este es el inicio del dadaísmo, que terminó en la deserción de sus exponentes hacia el surrealismo. El dadaísmo corresponde a una etapa de experimentación de la vanguardia, donde se daba más importancia a la novedad que a la temática. En el surrealismo hay más madurez y una propuesta que no reniega de la ciencia y cultura precedente para integrar el sueño a la vigilia.
El dadaísmo se cortó sus alas al considerar a la lógica una complicación y una falsedad. Aun los sueños como expresión del inconciente deben procesarse por la lógica para ser decodificados. Respecto a la exclusividad, no hay una ecuación que asegure que por no ser comprensible la obra de arte, esta tendrá más calidad. O que la obra que haya provocado más sea la más creativa, inteligencia y novedosa. El arte crea sobre el terreno de sus reglas y métodos, cambia el estilo pero no la referencia.
Conclusión: El manifiesto dadaísta de Tristan Tzara fue un alarde de provocación que en su inicio anunció su vencimiento. La provocación exacerbada, la ruptura con la lógica y la proclama de la antimoral como moral, saturan rápido. El arte debe ser convidado, de lo contrario tiene pocas posibilidades de subsistir. Su fracaso se probó cuando todos los dadaístas se pasaron al surrealismo. Su falta de madurez lo hizo caer en la falta de significancia, pues para Tzara Dada no significaba nada.
Fotos:
“tristan_tzara” de famouspoetsandpoems.com
“Tristan_Tzara” de i22.photobucket.com
“T267406A” de images.encarta.msn.com
“tristan_tzara” de carminandres.com
“dadahead” de fusionanomaly.net
“tzara_tristan_room” de socialfiction.org

jueves, 18 de noviembre de 2010

MIGUEL HERNÁNDEZ- recitando

Marcos Ana: "Miguel Hernández murió de franquismo en una cárcel de España y el Gobierno tiene pendiente anular su condena a muerte"



Repleto hasta la última localidad, el teatro del Centro Cultural de Valdebernardo, distrito de Vicálvaro, fue escenario el pasado 14 de noviembre de la representación de "Sino Sangriento", el "Homenaje a voz ahogada al poeta Miguel Hernández", que los presos políticos del penal de Burgos montaron en la clandestinidad con ocasión del 50 aniversario de su nacimiento, en 1960. Las sobresalientes interpretaciones del grupo de teatro Atrefu, que ha tenido la iniciativa y el coraje de montar esta obra medio siglo después, recuperándola para los escenarios, no dejaron indiferente a nadie. Son muy jóvenes, pero conviene ir tomando nota de sus nombres porque vienen a refrescar el panorama teatral español: Sara Solís, Raquel Casas, Irene Cabezas, Elena Verdú, Mariano Castellano, Rosa María Calvo, Susana González y Roberto Álvarez Nistal, quien además funge como director de este talentoso grupo de actores formado en Fuenlabrada.
Para las asociaciones de vecinos de Vicálvaro, la representación de "Sino Sangriento" suponía el colofón de una serie de actos de homenaje al poeta de Orihuela, que se han venido desarrollando en forma de páginas dedicadas en el periódico del distrito, premios del Festival de Cuento y Poesía, grafittis, etc.

La representación contó además con el aliciente de la participación del poeta Marcos Ana, amigo personal de Miguel Hernández y Rafael Alberti, quien dirigió "Sino Sangriento" en el penal de Burgos, en su representación original, y ha supervisado el montaje del grupo teatral Atrefu.

Fernando Macarro Castillo se rebautizó en la cárcel como Marcos Ana, tomando el nombre de su padre, fusilado durante la guerra, y el de su madre, quien fue encontrada sin vida en una de las zanjas que rodeaban la prisión de Burgos, a la que cayó mientras trataba de ver a su hijo, que acababa de recibir su segunda condena a muerte.

Antes de comenzar la representación, Marcos Ana dirigió unas palabras al abarrotado auditorio que, por su lucidez y su vibrante actualidad, merece la pena transcribir.

"Soy feliz de estar esta tarde con vosotros y agradezco el reconocimiento que hacéis de mi vida y mi obra. Quisiera recordar a esos héroes oscuros, anónimos, que han sufrido lo que yo. Yo soy un privilegiado, pese a haber pasado 23 años en la cárcel, dos penas de muerte y haber sufrido todas las violencias de la dictadura.

Deseo rendir homenaje a los hombres y mujeres sin nombre que lucharon por la democracia en España. La representación que vais a ver fue escrita por un grupo de presos en el penal de Burgos, en 1960. Lo hicimos protegidos por la seguridad de la noche, una seguridad un tanto incierta, en un escenario construido con mantas y sábanas, a voz ahogada, ante el temor de ser sorprendidos en cualquier momento por los carceleros. Era sobrecogedor ver a cientos de presos sentados en el suelo, mientras oíamos los pasos de los guardianes y los alertas de los centinelas. En un papel dminuto, enrollado en un tubo de pasta de dientes saqué el texto de este homenaje.

Miguel Hernández fue uno de los grandes representantes de la Generación del 36. No le dejaron siempre estar en primera línea como poeta. Luis Aragon decía que libros como La Capital de la Gloria, España en el Corazón o España, aparta de mí ese cáliz, habían alcanzado la gloria de la poesía épica española.

Miguel Hernández escribió a pie de guerra. A la luz de una vela en una tronera, en el rincón del patio de una prisión. No es justo que no se señale, con la estatura que tuvo.

Murió asesinado. Murió de franquismo en una cárcel de España. Lo dejaron morir de tisis.

Hoy se quiere presentar a Miguel Hernández como un hombre de la "poesía pura". Tratan de despojarle de su compromiso político y de su militancia comunista. Tratan de presentarle como un poeta en las nubes. En la exposición que sobre su persona realiza la Biblioteca Nacional puede verse su carnet del V Regimiento, del Partido Comunista de España.

La deuda del Gobierno con Miguel Hernández: anular su condena a muerte

Hace unos meses me llamó la Vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega. Me dijo que iban a ir a Alicante a ofrecer a la nuera de Miguel Hernández y a su nieta una reivindicación moral, un escrito firmado por el Ministerio de Justicia.Yo acompañé a esa delegación, y quise decirle a nuestro Gobierno que todavía tiene cuentas pendientes: la anulación de la condena a muerte de Miguel Hernández y de todas las condenas contra los represaliados por la dictadura.

Tenemos presentada una querella al Tribunal Supremo para que se revise la causa de Miguel Hernández y se anule su condena a muerte. Esta obra que hicimos los presos políticos es una aportación. Tras el escenario había una banda de música. Elaboramos flautas con los palos de las escobas, y con ellas íbamos tocando "La Cucaracha", "La Marsellesa" o "La Internacional" en sucesivos momentos de la obra. Nuestras familias eran un puente entre nuestras cárceles y el mundo.

En mi libro he tratado de sorprender la realidad por el costado más humano, para que llegue al corazón de la gente.

Cuando llevaba 22 años encarcelado, me di cuenta de que me costaba recordar las cosas más sencillas de la vida. Antes volvía a la vida a través del sueño, pero llegó un momento en que la cárcel se impuso como la protaginista de mi vida y de mis noches.

Miguel Ángel Asturias me decía: cuando me pongo a escribir siempre tengo un diccionario de sinónimos. Cuando me sale una palabra demasiado sencilla la cambio por otra más inédita, para enriquecer la literatura. Yo he hecho justamente lo contrario.

Salí en libertad en 1961, pero no tenía tiempo de escribir. No podía sentirme libre mientras quedara un solo hermano mío encarcelado.

Me visitaban muchos nietos de abuelos fusilados, reunidos en la asociación "Memoria y Libertad". Me impresionó que la juventud de hoy no supiera lo que ha pasado en España. Escribí este libro para contribuir a la memoria histórica, para que lo que hemos vivido nosotros no sea posible nunca más.

Lo que está más viva es la memoria de los vencedores, que está en los engranajes del Estado, que está en el Tribunal Supremo, que depende más del pasado que del presente. Hay jueces que formaban parte del Tribunal de Orden Público. Eso no quiere decir que nos lleve un espíritu de venganza. No se puede establecer un juicio salomónico. Lo que pasó en la zona republicana en los primeros meses fue producto de la tensión desatada por el pronunciamiento fascista y no formaba parte de la política del gobierno republicano. El otro bando se pasó 40 años matando: era el ideario del régimen franquista, arrancar de raíz cualquier asomo de idea diferente.

La venganza no es un ideal político. Lo único que queremos es que se reconozca a los hombres y mujeres que lucharon por la democracia en nuestro país.

Es capital que tomemos contacto con la juventud. Los veteranos hemos luchado mucho, tenemos cicatrices. Es necesario diferenciar entre las ideas y los instrumentos. Los instrumentos son los hombres, y son necesariamente imperfectos. La bondad de las ideas está ahí. Por eso sigo siendo comunista.

A veces los veteranos no somos capaces de encontrar el lenguaje para llegar a la juventud. Un día recibo una carta de una muchacha de Málaga, que ha aprobado el bachillerato y cuyos padres le han regalado mi libro. Me escribe diciéndome que a ella le inculcan que debe esforzarse por lograr su meta personal, pero que ella ha visto que nosotros luchábamos por un futuro para todos, y ella también quiere luchar por algo que vaya más allá de sí misma. Muchos jóvenes están esperando un mensaje que los ponga en línea y que les permita luchar por algo que vaya más allá de ellos mismos.

Al futuro no podemos ir solos

No he escrito el libro pensando sólo en los camaradas, sino en aquella gente que todavía no nos comprende.

Quería hacer la segunda presentación del libro en Burgos. Quedé sorprendido cuando el alcalde del PP, Aparicio, dijo que el homenaje a Marcos Ana lo hacia el Ayuntamiento. Me di cuenta de la amplitud que puede tener un mensaje. Hay matices en el pensamiento de la gente. Me regalaron 7 rosas rojas (los años en que estuve condenado a muerte, los más difíciles) y 14 rosas blancas, por los años que pasé preso en Burgos, ya sin que mi vida estuviese amenazada de muerte.

Tenemos que ser muy amplios. Al futuro no podemos ir solos.

Una vez en Cuba me encontré con el Che. Era un hombre austero. Me habían preparado una pequeña recepción en Santiago de Cuba. Algo modesto, pero era un momento muy difícil en el que la gente estaba pasando por muchas privaciones. El Che llegó y reprendió a los compañeros. Digo esto como ejemplo de que los comunistas tenemos que ser austeros y sencillos, sobre todo cuando estamos en el poder.

Los jóvenes están agrupados a su manera, porque no se fian de los partidos. La política es un circo. Requieren una ética distinta para hacer política. Están activos en los movimientos alternativos.

Hace falta tiempo para ser joven: soy un chaval de 90 años.
La solidaridad no sólo es una palabra hermosa. Antiguamente, los pueblos vivían lejos los unos de los otros. Pero hoy son muy cortos, terriblemente cortos, los caminos que unen lo que sucede en Afganistán con nuestras casas. Nadie puede sentirse seguro en su pequeña libertad si considera lejana la esclavitud de los demás.

Hay que dignificar la política, y por eso hay que exigir mucho a nuestros representantes,

Soy un chaval de 90 años. Sigo viviendo en una vorágine.

Yo salí libre a los 42 años. Llegué tarde a mi juventud. Pero, como dijo Pablo Picasso: "Hace falta tiempo, mucho tiempo, para ser joven".

Enlaces recomendados:

Marcos Ana: http://www.marcos-ana.com/?page_id=2

"Sino Sangriento", video resumen de la representación en el Ateneo Republicano de Fuenlabrada por el grupo Atrefu: http://www.youtube.com/watch?v=WfONU-0v8AE
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR

lunes, 15 de noviembre de 2010

CLAUDIO MAGRIS

Las mil y una historias

Narrador, crítico literario y ensayista, el italiano Claudio Magris es uno de esos intelectuales que saben combinar en dosis precisas la erudición, la opinión y el entretenimiento. Alfabetos (Anagrama) muestra con creces esta combinación y revela la diversidad de autores, textos y temas que ha abarcado en los últimos diez años, en especial en sus artículos del periódico Corriere della Sera. Aquí se reproducen algunos de esos textos que recrean la epopeya de Robinson Crusoe, la lucha de las Madres de Plaza de Mayo y una reflexión sobre la literatura en tiempos de Dan Brown y El Código Da Vinci.
Por Claudio Magris

ROBINSON Y LOS ROBINSONES

Recién salvado del naufragio y arrojado por las olas a la isla desconocida y solitaria, Robinson Crusoe, apenas instalado en un refugio provisional, organiza un sistema para medir el tiempo y –en la angustia de su situación y en la incertidumbre de su suerte– hace un verdadero y auténtico balance (mejor Balance, con mayúscula) “del estado de sus asuntos”, de lo bueno y lo malo de su situación, náufrago pero superviviente, separado del mundo pero en una isla no demasiado inhóspita ni peligrosa, solo pero provisto de muchas cosas que el mar arrastra a la playa. Realizado en unas tablillas, este balance de lo perdido y lo mantenido libera la mente de Robinson de la angustia por su situación, impide que su razón se precipite en el pánico; no afecta a una esfera de la actividad sino a la vida entera, y lo recibe con placer físico, casi sensual, como las ásperas ropas sobre la piel, el calor del fuego y los olores del bosque.
La epopeya burguesa de la conquista del mundo desconocido, de la que la novela de Defoe (1719) es la primera y más grande expresión poética, vive la economía como fuerza vital, el fluir del dinero como la impetuosa circulación de la sangre; también la contabilidad es aventura, como los tráficos y los naufragios que ésta registra. En la isla desierta de Robinson ni hay dinero ni es necesario; no existe el valor de cambio: “Sólo tenía Valor lo que podía Utilizar”. Pero la partida doble abarca todo; la construcción de la casa en el bosque, la exploración de los alrededores, la caza, el miedo, la oración y la fe en la Providencia, como decía Marx. El tiempo, en esa lucha solitaria por la supervivencia, es más que nunca dinero. Las tempestades de la naturaleza alteran la existencia y el orden preestablecido, pero toda acción humana es Proyecto, planeado racionalmente y vivido con pasión; ninguna obra, dice Robinson en la selva, “puede emprenderse antes de calcular los Costos”. (...)
Un gran libro no se agota nunca en las interpretaciones ideológicas, que no lo empobrecen sino que lo enriquecen, demostrando su inacabable riqueza que a cada época, como a cada lector, desvela nuevos aspectos y nuevos significados y responde así a las diferentes preguntas de las generaciones que se suceden. Cuando Marx lee y discute sobre Robinson Crusoe es como Platón cuando lee y discute sobre Homero, yendo más lejos que él, pero sólo gracias a él, y encontrándoselo a cada paso inesperadamente delante.
Robinson Crusoe es el libro de aventuras por excelencia, uno de esos magníficos libros en los que cada línea es insustituible, pero cuya grandeza es tal que puede ser captada incluso a través de resúmenes y adaptaciones reducidas como las que nos dieron a conocer a casi todos nosotros, en la infancia y adolescencia, esa historia inmortal, cuyo sentido esencial también resplandecía en aquellas sencillas versiones. (...) Esa gran y libre aventura de Robinson, que ensancha el corazón y lo abre a paisajes infinitos y a episodios arriesgados y tenaces, es asimismo una de las más grandes parábolas de la modernidad, de la que Defoe es “un Padre Fundador” (Cavallari). Robinson continúa y al mismo tiempo transforma la novela de aventuras y de viajes de los siglos precedentes; su pluma conquista lo desconocido y lo imaginario a la realidad y al conocimiento, puntillosamente práctico y utilitario, ampliando el viaje a una nueva alegoría moral del individuo moderno.
Robinson es el nuevo homo oeconomicus, un protestante capitalista entregado ascéticamente al trabajo; Defoe, que también ha narrado en otras obras maestras –poéticamente todavía más importantes– las desprejuiciadas hazañas eróticas de Moll Flanders y Lady Roxana, hace de Robinson un personaje sin vida sexual, “Adán sin Eva” (Cavallari): en la penúltima página, matrimonio tardío, paternidad y viudez del héroe se resumen en dos líneas y media, dentro de un total de trescientas páginas. Con el buen salvaje Viernes, Robinson vive en fraterna y democrática amistad, pero él es dueño y señor de la isla, vanguardia de la colonización blanca, encarnación bifronte de la ambigüedad del progreso, que lleva civilización y dominio, libertad y nuevas esclavitudes, en una trágica espiral que marca el pecado original de la modernidad.
En muchas historias precedentes de mar y de naufragio, la isla a la que arribaban muchos fugitivos, amotinados y rebeldes, era un refugio, un lugar de pureza y libertad donde escapar de los males de la historia y la sociedad; en cambio Robinson –como tantos imitadores suyos– vive la isla al principio como un exilio de la civilización y después la goza casi como una colonia. Profundamente religioso, Robinson es el adalid de una religión ilustrada del progreso y de la técnica que poco a poco absorbe cualquier trascendencia en una despiadada y niveladora secularización; como Ulises disuelve con su racionalidad el encanto –y el horror– del mito, de las sirenas y de los cíclopes, Robinson tritura la poesía de la vida en la férrea ejecución del Proyecto, en la finalidad social a la que se someten todas las diversidades de la existencia, y la novela es la sobria y muy poética representación de este triunfo de la prosa burguesa.
Defoe es al mismo tiempo cronista neutral, cantor imaginativo e inevitable develador del nuevo homo oeconomicus, destinado a dominar el mundo, y del capitalismo, la fuerza más revolucionaria, subversiva y desarraigadora de la historia, con su vitalidad creadora, destructiva y autodestructiva como el hado. No es casualidad que sea uno de los creadores si no el creador –después del Quijote– de la novela moderna, el género literario que asume en su propia forma la vitalidad, la vulgaridad, lo prosaico, el compromiso y la contradicción de la modernidad burguesa. Defoe capta este mundo en sus grandes novelas y lo refleja sin prejuicios en su trabajo de gran periodista que, consciente de cuánto condiciona el poder económico la libertad de prensa, logra decir la verdad confundiendo a quienes le dan trabajo, ya que pasa de los liberales a los conservadores para expresar ideas liberales, cobrando a menudo de los unos cuando trabaja para los otros.
Como decía Trevelyan, es el primero en ver morir el viejo mundo con ojos modernos; el primero en advertir que Europa y Occidente ya no eran capaces de comprender, de exorcizar, de integrar al Otro que estaban descubriendo y conquistando, ni de librarse de su fantasma. Como conviene a la obra maestra de un autor a menudo sin un céntimo, pero consciente del nuevo papel del dinero y del mercado, Robinson Crusoe fue el primer best seller de la literatura mundial: ya en la bibliografía de Ullrich, editada en 1898, se habla de 196 ediciones, muchas de ellas aparecidas muy pocos años después de la primera, y de 110 traducciones (incluidos gaélico, bengalí y turco). Por otra parte, la novela tuvo innumerables imitaciones y refundiciones, sobre todo en Alemania, donde aparecieron las llamadas Robinsonaden, cuyo número oscila en torno a las 200-250, si bien –como he podido verificar personalmente tras haber leído un centenar de ellas– es difícil establecer una cifra precisa, porque con frecuencia se superponen y se plagian unas a otras.
(...)
La robinsonada total, según Adorno, la escribió Kafka, en cuyos textos el hombre no es más que un náufrago solo en una realidad inexplicable. No hay final para el naufragio, pero tampoco inicio. Así como Selkirk, el marinero náufrago en cuyas aventuras se inspiró Defoe, había encontrado en la isla a otro que había llegado antes que él, Will el Mosquito, casi todo Robinson encuentra en la isla a un predecesor o las huellas de su estancia: un sajón encuentra a un viejo español; el alemán, en cambio, el cadáver de su padre; otros hallan escritos de náufragos, muertos mucho tiempo antes, en los que se habla de otros náufragos todavía más antiguos y así sucesivamente en un “pozo del pasado” que fascinaba a Thoman Mann y en el que nunca se toca el fondo. El origen es más incierto, intangible e infundado que el final; quizá no exista y el naufragio –el mal, el dolor, la insensatez y la resistencia a todo esto– se repite desde siempre. No es casualidad que Camus eligiera una frase de Defoe como epígrafe para La peste.