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miércoles, 6 de julio de 2011

EDITORAS DE LIBROS

El siglo de Gallimard

Cumple cien años la editorial que publicó a los principales autores contemporáneos; tuvo una especialrelación con los escritores argentinos

 
 
El siglo de Gallimard
El número 5 de la calle Sébastien Bottin, la sede histórica de la editorial. Foto Ver más fotos
Por Hugo Beccacece
Para LA NACION
Cuando, hace un siglo, lo que habría de ser la editorial Gallimard empezó sus actividades como la Nouvelle Revue Française , Gaston Gallimard (1881-1975), su fundador y primer director era un joven dandi, un hombre de mundo, interesado en la literatura, las artes, los automóviles y las bellas mujeres. No había pensado hasta entonces en un campo concreto para encauzar su notable energía y se limitaba a gozar de la vida, de la fortuna y de una fuerte sensualidad. Hoy, los catálogos de las distintas colecciones de su sello resumen a la perfección la literatura francesa, en especial la del siglo XX: André Gide, Paul Claudel, Marcel Proust, Antoine de Saint-Exupéry, André Malraux, Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Simone de Beauvoir, Louis-Ferdinand Céline, Roger Caillois, Patrick Modiano? Ninguno de los grandes nombres falta allí. Y algo semejante pasa con la lista de los escritores extranjeros que publicaron en esa casa de edición, donde la presencia de los autores argentinos tiene un lugar muy especial. Los vínculos entre Gallimard y el Río de la Plata fueron muy estrechos, gracias a Victoria Ocampo y a Sur , que oficiaron de puente sobre el océano; por eso, en ocasión de celebrarse el centenario del sello francés, se han organizado en Buenos Aires muestras complementarias de manuscritos, primeras ediciones y fotografías en la Biblioteca Nacional y en las dos casas de Victoria Ocampo, Villa Ocampo y la Casa de la Cultura, del Fondo Nacional de las Artes (ver recuadro).
Un detalle curioso y premonitorio: Paul Gallimard, el padre de Gaston, fue un rico diletante, bibliófilo y sagaz coleccionista de arte. Muy amigo de Renoir (tenía más de 180 cuadros de éste) y de Monet, amaba los viajes intercontinentales y llegó a Buenos Aires en plena juventud. Se quedó lo suficiente para hacer, por puro gusto, un Catalogue raisonné des oeuvresd'art formant le musée de Buenos Aires . Volvió a Europa y siguió adquiriendo obras maestras. Por supuesto, se casó y tuvo dos hijos: Gaston y Raymond.
Pierre Assouline, en su magnífica biografía de Gaston Gallimard, sigue de cerca las peripecias de quien sería el principal editor francés. El joven Gaston hizo sus estudios en el liceo Condorcet y, una vez egresado, se entregó a la existencia envidiable de un apuesto y cultivado heredero, un poco a la manera de su padre. Aunque no lo necesitaba desde el punto de vista económico, pensó en buscarse un trabajo que le agradara. Se convirtió en el perfecto secretario del exitoso autor de teatro Robert de Flers y así se puso en contacto con el mundo de los escritores y del periodismo.
En los ambientes teatrales y artísticos, todos le envidiaban a Robert de Flers su secretario. Esa estima tuvo consecuencias provechosas. A fines de 1908, un pequeño grupo de escritores noveles de la alta burguesía decidió fundar una revista. Sus miembros eran Jacques Copeau, apasionado por el teatro, el novelista Jean Schlumberger, André Ruyters, heraldo de la literatura inglesa, los poetas y novelistas Henri Ghéon y Michel Arnauld, y el cuñado de Arnauld, el joven y severo André Gide, que llevaba la voz cantante. Como no estaban al tanto de la manera en que se editaba una revista, le pidieron ayuda al crítico Eugène Montfort, responsable del periódico Les Marges , para que se hiciera cargo de los enojosos asuntos prácticos. El nombre elegido para la publicación fue Nouvelle Revue Française . Los debutantes tuvieron una desagradable sorpresa cuando les llegó editado el primer número: descubrieron que Montfort había introducido de modo clandestino artículos que ellos jamás habrían aprobado. Los bisoños literatos resolvieron apartarse de Montfort y hacerse cargo personalmente de todo lo que no les gustaba.
El segundo nº 1 de la Nouvelle Revue Française apareció en febrero de 1909 y en él se publicó la primera parte de la novela La puerta estrecha , de André Gide.Poco a poco los miembros del comité de redacción supieron atraer a otros autores de la misma generación y también a los ya consagrados: Jean Giraudoux, Jacques Rivière, Francis Jammes, Paul Claudel, entre otros. En muy poco tiempo, la revista alcanzó un gran prestigio en el mundo literario, aunque, por supuesto, la tirada era muy pequeña. El cenáculo resolvió ir más allá y abrir un taller de edición en el que se publicarían libros de los colaboradores de la revista, pero necesitaban quien lo financiara y se desempeñara como gerente. Fue entonces cuando distintos amigos sugirieron el nombre de Gaston Gallimard: era el candidato ideal, porque se trataba de un hombre rico, que podía aportar capital, entusiasta de la literatura y de las artes, pero que no escribía. Por lo tanto, conjeturaron, habría de seguir con docilidad (se equivocaron) las indicaciones de Gide, que era el condottiero de la aventura.
Gallimard aceptó con alegría el ofrecimiento de la Nouvelle Revue Française y pronto se dio cuenta de que debía cambiar de vida: levantarse temprano, leer no sólo los diarios y revistas de la capital sino también los de provincias en busca de nuevas firmas. Gaston se asoció con Gide y Schlumberger. Cada uno de ellos aportó 20.000 francos. Los primeros libros de la nueva casa fueron El rehén , de Paul Claudel, La madre y el niño , de Charles-Louis Philippe e Isabelle , de Gide.
Al año siguiente, apareció Éloges , de Saint-Léger, el futuro Saint-John Perse; Études , de Jacques Rivière; La anunciación a María , de Paul Claudel; Cartas de juventud , de Charles-Louis Philippe, y El regreso del hijo pródigo , de Gide. Como se necesitaban oficinas más grandes, la firma se mudó de la rue Saint-Benoît al 35 de la rue Madame. Ese mismo año, Gaston se casó con Ivonne Redelsperger, pero no dejó de tener una vida bastante libre. El gusto por las mujeres hermosas no lo abandonó jamás y él cedía con placer a esa inclinación.
El affaire Proust
En menos de dos años, la editorial se convirtió en el sello que más interesaba a los escritores poco convencionales. Uno de ellos era Marcel Proust que, durante 1913, le envió dos cartas a Gallimard, en las que le proponía publicar dos manuscritos de 550 páginas cada uno. El copioso texto inevitablemente debía pasar por el comité de lectura. La reputación de esnob de Proust lo perjudicó. Hay varias versiones de lo que ocurrió. En cualquiera de ellas, Schlumberger y Gide, casi sin molestarse en leer la obra, la rechazaron. Pensaron que era el trabajo de un aficionado decadente. Proust, desilusionado, pagó de su bolsillo la publicación de su texto en la editorial Grasset. En 1913, Du côté de chez Swann apareció con ese sello y recibió excelentes críticas en todas las revistas. La más elogiosa era precisamente la de Henri Ghéon en la Nouvelle Revue Française . Gide, Jacques Rivière y Gallimard se pusieron a leer Swann con cuidado y se dieron cuenta de que se había cometido un error garrafal. Gide le envió una carta de disculpas a Proust en la que asumía la responsabilidad de esa equivocación y afirmaba que el rechazo de A la recherche du temps perdu quedaría en su memoria como el error más grave que se hubiera cometido en la editorial. Toda la NRF se puso en campaña para reparar esa especie de crimen literario y lograr que Proust dejara a Grasset. Pero debieron pasar varios años antes de que eso ocurriera.
Uno de los primeros grandes éxitos de Gallimard fue Jean Barois , de Roger Martin du Gard, amigo de Gaston desde el liceo Condorcet. Fue el propio Gallimard quien contrató al autor y, con eso, compensó el sabor amargo que le había dejado el affaire Proust. Al mismo tiempo, se asoció con Jacques Copeau para abrir una sala de teatro que estaría consagrada a piezas de alta calidad, apartadas de la mediocridad del llamado "teatro de boulevard": a partir del 23 de octubre de 1913, el Vieux-Colombier se convirtió en una continuación escénica de la NRF. Gide empezó a no sentirse cómodo con el vuelo y la influencia que había alcanzado Gallimard en un par de años.
La guerra del 14 fue una especie de catástrofe personal para Gaston, que era pacifista. Estaba decidido a no ir al frente y lo logró, a costa de su salud. Pensó en fingirse loco para que lo rechazaran como no apto para el combate. El asunto se convirtió hasta tal punto en una obsesión que Gallimard desmejoró a ojos vistas y lo que había sido una fantasía y una estratagema para evitarse las trincheras se convirtió en la realidad. Gaston cayó en una profunda depresión. La muerte en combate de Alain Fournier, el novelista de El gran Meaulnes , y la de Charles Péguy, uno de los autores de la NRF, agravaron su estado. Copeau, por su parte, se había ido a Estados Unidos para organizar una tournée de la compañía del Vieux-Colombier en América, ya que la sala estaba cerrada por la guerra, lo que inquietaba a Gallimard. Por si fuera poco, Gaston temía que Gide, con el que no se llevaba bien, tomara el control de la editorial. En medio de esa tormenta, su amigo, el poeta Léon-Paul Fargue, le presentó a un tímido poeta, en uniforme militar: Pierre Drieu La Rochelle. Gallimard aceptó editar sus poemas a cuenta del autor y, sin darse cuenta, inició un capítulo importante y oscuro en la historia de su empresa.
En 1917, Paul Valéry publicó su primer libro en las ediciones de la NRF, La joven Parca . Ese mismo año, Gallimard viajó a Estados Unidos para ver de qué modo podía ayudar a Copeau con la gira del Vieux-Colombier, que había logrado el financiamiento del empresario Otto Kahn, pero antes se ocupó de arreglar el " affaire Proust". Como se anunciaba la próxima publicación de A la sombra de las muchachas en flor en Grasset, Gaston volvió a hablar con el autor de En busca del tiempo perdido . Llegaron a un acuerdo. Gallimard le compró a Grasset los ejemplares no vendidos de Por el camino de Swann y contrató toda la obra de Proust para la NRF.
Finalizada la guerra, Gallimard comprendió que debía darle una organización más profesional a su compañía. La sorda oposición de Gide a la hegemonía de Gaston debía terminar para que la editorial se afirmara definitivamente. Por último, Gide depuso su actitud, y las ediciones de la NRF, además de esas iniciales, llevaron el nombre Gallimard en la tapa. Por otra parte, Raymond, el hermano de Gaston, un hombre más interesado en las cuestiones comerciales y administrativas, entró en la casa. Los dos formaron un equipo imbatible.
A la caza de los Goncourt
La editorial logró su primer premio Goncourt en 1919 con A la sombra de las muchachas en flor . La influencia de Gallimard creció de un modo irresistible. La firma abrió una librería en el boulevard Raspail y lanzó una nueva publicación, La Revue Musicale . Para difundir las obras de los escritores debutantes se creó la colección Una Obra, un Retrato, de semilujo, tirada de 800 ejemplares, vendidos en forma anticipada por suscripción a la clientela de bibliófilos. Eso disminuía el riesgo económico y permitía la aparición de nuevos talentos. Gallimard apostó por Joseph Kessel, Marcel Arland, Paul Eluard y Marcel Jouhandeau, entre otros.
Jean Paulhan ingresó en la revista en 1920. Tenía 36 años. Era un hombre meticuloso, de una discreción y un olfato literario insuperables. Cuando Jacques Rivière murió en 1925, Paulhan lo sucedió en la dirección de la NRF , pero también intervino cada vez más en la editorial y se convirtió en el arquetipo del editor de la casa.
Durante los años de entreguerras, las ediciones Gallimard hicieron conocer a los principales escritores extranjeros de la época: Giovanni Verga, Luigi Pirandello,Alberto Moravia, Italo Svevo, Franz Kafka,Hermann Broch, Robert Musil, Joseph Conrad, John Dos Passos, William Faulknery Ernest Hemingway. Valéry-Larbaud, autor de la editorial, trabajó con James Joyce en la traducción del Ulises al francés y, además, se encargó de la difusión de la obra de su amigo argentino Ricardo Güiraldes.
Entre 1919 y 1935, Gallimard obtuvo ocho premios Goncourt; el de 1933 le correspondió a André Malraux por La condición humana . Gaston, que tomaba a algunos de sus autores como "favoritos", había incluido a ese joven escritor en su selecta lista. Otro de sus protegidos era Albert Cohen, el autor de Solal , Comeclavos y, más tarde, Bella del Señor . Entre las nuevas adquisiciones también estaba LouisAragon. Una de las glorias literarias que se le escapó, pero que habría de recuperar después de la Segunda Guerra, fue Louis-Ferdinand Céline, que había empezado publicando en Denoël.
Gallimard se ocupó de comprar en 1933 las Éditions de la Pléiade a su creador, Jacques Schiffrin, un ruso de origen judío. Éste había tenido la idea de formar una serie de lujo, en la que publicaba a los clásicos en versiones irreprochables. Cada ejemplar, encuadernado en cuero, de pequeño formato, impreso en papel biblia, permitía agrupar cientos de páginas de poco peso en un volumen reducido. Gallimard se encargó de perfeccionar esa colección. Hoy, ser incluido en La Pléiade representa la consagración de un escritor, cualquiera sea su país y su lengua de origen. Jorge Luis Borges forma parte de ese escuadrón de glorias literarias.
Para poder costear las obras de los autores más "difíciles" o exquisitos, Gallimard editó varias revistas, como la Revue Juive , en cuyo comité de redacción figuraban Albert Einstein, Sigmund Freud y Martin Buber; además, publicaba la popularísima revista Detective , consagrada a los casos policiales contados por grandes periodistas o escritores (Joseph Kessel, Pierre Mac Orlan, Paul Morand), que se vendía por cientos de miles de ejemplares. También tenían mucho éxito la Revue du Cinéma y Voilà , una revista de actualidad en la que Georges Simenon publicó un gran artículo de viaje por África, de corte anticolonialista. En Voilà también colaboraba Antonin Artaud. Más adelante, Gallimard creó Marianne , un semanario político y cultural donde firmaban, entre otros, Saint-Exupéry, André Maurois, Colette y Georges Bernanos.
En 1932, se firmó un acuerdo con Hachette por el cual esta empresa se convirtió en la distribuidora exclusiva de todo lo producido por Gallimard, pero se obligó a garantizarle a ésta el 75 por ciento de las tiradas, lo que le permitió a Gaston desentenderse de los riesgos a los que se exponía con los textos de vanguardia. Ese contrato se rescindiría en 1971.
La guerra y la Ocupación
Todos esos triunfos se vieron interrumpidos de modo dramático por la Segunda Guerra Mundial. El público dejó de comprar las revistas y Gallimard terminó por cerrarlas. Los escritores de la NRF y de la editorial estaban enfrentados ideológicamente. La nueva sede de la rue Sébastien Bottin (que hoy se llama Gallimard) cobijaba al mismo tiempo al fascista Drieu La Rochelle y al socialista Léon Blum. En 1938, llegó el joven Jean-Paul Sartre al sancta sanctorum de la literatura francesa. De inmediato, Gaston lo incorporó a su elenco de favoritos y le publicó La náusea (1938) y El muro (1939). Además, en poco tiempo pasó a integrar el comité de lectura.
En una carrera contrarreloj, cuando estaban a punto de arrebatárselos, Gallimard contrató los derechos de Lo que el viento se llevó , de Margaret Mitchell. Ese éxito (vendió 800.000 ejemplares) le permitió capear los primeros tiempos inciertos de la contienda.
Cuando Francia se rindió a Alemania, la censura se estableció en el territorio ocupado. La familia Gallimard se refugió primero en el norte y después en el sur, en la zona libre. Gaston no sabía nada de su único hijo, Claude, que había sido llamado a filas. Más tarde, se enteró con alivio de que no había muerto: estaba prisionero. Poco a poco, la actividad en París volvió a una extraña, compleja y siniestra "normalidad". Gaston regresó a la capital. Para poder seguir con sus actividades, los editores debían someterse a las condiciones establecidas por los nazis. El embajador alemán Otto Abetz decía: "Hay tres potencias en Francia: el comunismo, los grandes bancos y la NRF ". Gallimard logró llegar a un acuerdo con el ocupante. Le entregó la dirección de la revista, es decir, de la NRF , al colaboracionista Drieu La Rochelle. A cambio, la editorial quedó en manos de la familia Gallimard. Jean Paulhan renunció a la NRF , pero Gaston no permitió que se fuera de la rue Sébastien Bottin y lo puso a trabajar en otras tareas. Entre las imposiciones de los nazis estaba la lista Otto (llamada así por el nombre del embajador), que enumeraba los autores prohibidos por los alemanes. Al mismo tiempo, había otra lista, la Mathias, en la que figuraban los nombres de los autores alemanes que se "recomendaba" editar. La mayoría de los nombres escogidos por Gallimard eran irreprochables y honraban el catálogo: Goethe, Meister Eckhart, Richard Wagner, Martin Heidegger, Karl Jaspers, Ernst Jünger.
La Ocupación y la censura tuvieron un efecto paradójico: empezaron a proliferar revistas en francés fuera del territorio de Francia. Fue así como en la Argentina, bajo la protección de Victoria Ocampo, Roger Caillois dirigió Lettres Françaises , donde podían publicar sin restricciones los autores de lengua francesa exiliados. En el n° 2, Caillois definía los deberes de éstos: "? ser los intérpretes atentos de sus camaradas reducidos a expresarse entre susurros [?]. El escritor emigrado debe ser el portavoz del que quedó en la patria". Lettres Françaises fue una especie de embajada de Gallimard en el Río de la Plata.
Durante la Ocupación, Gallimard publicó dos libros notables de Albert Camus: El extranjero y El mito de Sísifo , que superaron de modo asombroso la censura. Los estrenos de Las moscas y A puertas cerradas , de Sartre, facilitados en buena medida por Gallimard, fueron los principales acontecimientos teatrales de la época y Sartre se convirtió en el escritor de moda entre los intelectuales ya antes de la Liberación.
Cuando la guerra terminó, los editores fueron sometidos a los tribunales de depuración. Sartre y Paulhan, considerados intocables por su conducta durante la Ocupación, defendieron a Gaston Gallimard. Mientras el comité analizaba el comportamiento de éste durante la guerra, aparecieron con el sello de la rue Sébastien Bottin obras de Raymond Aron, Albert Camus, René Char, Sartre, Saint-Exupéry, Picasso y Simone de Beauvoir: eran los nombres más prestigiosos y más respetados de la posguerra. Con sus firmas, naturalmente, reforzaron la posición del editor y de su empresa. La conclusión oficial fue que se prohibió la reaparición de la NRF , que había sido dirigida por Drieu, mientras que no se le plantearon obstáculos a la editorial presidida por Gallimard. Más adelante, también la NRF volvería a publicarse; primero, como la Nouvelle NRF y, después, directamente como NRF . La dirección la compartieron Paulhan y Marcel Arland.
Una victoria centenaria
Durante la posguerra, un recién llegado, Marcel Duhamel, lanzó en Gallimard la Série Noire, consagrada al género policial, con obras de Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Horace McCoy y James Hadley Chase. Fue un éxito y una fabulosa fuente de ingresos.
Roger Caillois, de regreso de la Argentina, creó la colección La Croix du Sud, en la que difundió a los escritores de América latina. Pagó de ese modo una deuda de gratitud con la tierra que lo había acogido. Profundo admirador de Borges, se encargó de hacerlo conocer en Francia y en el resto de Europa, además de difundir a buena parte de los autores del grupo Sur. Gallimard publicaría, entre otros argentinos, a Macedonio Fernández, Bioy Casares, Mallea, Ernesto Sabato, Silvina Ocampo, Juan Rodolfo Wilcock, Manuel Puig y Héctor Bianciotti (que escribiría en francés y se convertiría en uno de los lectores más influyentes de Gallimard).
El ingreso de la nueva generación de los Gallimard a la firma era algo previsible. Los hijos de Gaston y Raymond, Claude y Michel, entraron a trabajar en la casa, pero no se entendían entre ellos y crearon conflictos que enfrentaron a sus padres. Esas tensiones se resolvieron de un modo imprevisto y trágico. MichelGallimard y Albert Camus murieron en el mismo accidente de automóvil, en 1960. Ocho años después, falleció Raymond. Gaston y su heredero, Claude, quedaron a cargo del sello. Poco a poco, éste tomó las riendas de la empresa. Cuando el fundador de las ediciones murió el día de Navidad de 1975, la sucesión fue algo natural. Claude estuvo al frente de la empresa hasta 1988, tres años antes de su muerte. Lo reemplazó su hijo menor, Antoine, el actual presidente, que continuó enriqueciendo el catálogo con nuevos autores y acumulando premios.
Mencionar títulos o escritores en ese vasto elenco de la literatura universal es un acto de injusticia, de absoluta arbitrariedad, porque, en cada época, Gallimard supo encontrar a los mejores y cuando, por un desliz, alguien se le escapó, reparó ese error. En esa especie de vasta arca de Noé literaria, hay títulos tan populares como El principito , de Saint-Exupéry; la serie de Harry Potter, Doctor Zhivago , de Pasternak, y éxitos tan recientes e inesperados como Las benévolas , de Jonathan Littell (premio Goncourt 2006). Cien años son casi la inmortalidad, sobre todo cuando se edita la obra de los que, por medio de las palabras, buscaron derrotar al tiempo.
TRES MUESTRAS DIFERENTESLa muestra Gallimard. Un siglo de edición y de amistades franco-argentinas (manuscritos, revistas, cartas y fotos) estará abierta hasta el 11 de julio en la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes, Rufino de Elizalde 2831. Asociándose a ese acontecimiento, la Biblioteca Nacional, Agüero 2502, ha organizado la exposición Sartre en la Argentina. Correspondencia visible e invisible , que cerrará el 13 de julio. Además, en Villa Ocampo se exhibirá Literatura y otras pasiones: Victoria Ocampo y los escritores de Gallimard (libros, cartas, fotografías y 93 ejemplares publicados por Gallimard con dedicatorias manuscritas de sus autores). Permanecerá abierta hasta el 11 de julio, en Elortondo 1837, Beccar. Las tres muestras se inscriben dentro del proyecto Tandem París/Buenos Aires 2011.