ADVERTENCIAS A MÍ MISMO

En el centenario del nacimiento de Norman Mailer

martes, 29 de junio de 2010

"Escribir es algo horrendo pero hermoso"

La germano-rumana Herta Müller, premio Nobel de Literatura 2009, habla sobre su obra en la Biblioteca Nacional de Madrid

JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS - Madrid


"Herta, le contaré una cosa de mi madre. Ella pensaba que los extranjeros la entendía leyéndole los labios". "La comprendo. Por eso yo llevo siempre los labios tan rojos". Así, con una broma sobre la necesidad de la traducción simultánea, empezó esta tarde en la Biblioteca Nacional el coloquio entre el periodista y escritor Juan Cruz y la ganadora del último premio Nobel de Literatura, la rumana de lengua alemana Herta Müller. La escritora acaba de publicar en España la novela Todo lo que tengo lo llevo conmigo (editada por Siruela en castellano y por Bromera en catalán en las versiones de Rosa Pilar Blanco y Joan Fontcuberta i Gel respectivamente) y a las siete de la tarde había llenado ya el salón de actos, desafiando al calor, a la huelga de metro y, sobre todo, al fútbol, un deporte del que Müller dice no entender nada.

BNE
(Biblioteca Nacional de España)
A FONDO

Sede:
Madrid (España)

Directivo:
Milagros del Corral Beltrán (Directora)



Todo lo que tengo lo llevo conmigo recupera la memoria de los 100.000 rumanos de origen alemán deportados en 1945 a los campos de trabajo de la Unión Soviética. Murieron 10.000, pero entre los supervivientes estaba la propia madre de Herta Müller (Nitzkydorf, 1953) y el poeta Oskar Pastior, con el que la novelista comenzó a escribir esa misma novela hasta que la muerte de Pastior detuvo el proyecto en 30 páginas de las que ella tuvo que seguir tirando en solitario.

Soledad fue, de hecho, la primera palabra invocada por Juan Cruz para hablar de la obra narrativa de Müller (editada en español por la citada Siruela y Punto de Lectura en bolsillo). "Cuando uno no se adapta a un régimen dictatorial termina abocado a la soledad porque se convierte en un problema para los que sí se adaptan. Hay preguntas como "¿de dónde venidos?" que resultan triviales en una situación normal pero que en una dictadura son terribles", respondió la autora de La bestia del corazón, que recordó que, más allá de la política, ella conocía el sentimiento de soledad -"aunque no conociera la palabra"- desde que le tocó cuidar sola de las vacas de su familia. Fue en una comunidad germanófona muy endogámica pero cuya cerrazón terminó siendo un anticipo de la dictadura de Ceaucescu: "También la ciudad era pueblerina: todo el mundo observaba, espiaba, prohibía".

Müller, que se negó a hablar de la dictadura como de una metáfora, aunque fuera de una metáfora del mal, recordó que la Securitate era una organización criminal que llegó a reclutar a sus miembros entre los niños de los orfanatos, llenos durante años en virtud de la política de natalidad del régimen comunista (cinco hijos por mujer) y de la estricta prohibición del aborto: "Los niños eran sometidos a una educación monstruosa para sacar de ellos el personal adecuado, funcionarios capaces de actuar sin mala conciencia".

Miedo fue otra de las palabras que Juan Cruz puso sobre la mesa. Y ésta fue la respuesta de su interlocutora: "No vivo con miedo, convivo con las huellas del miedo".

¿Escribir sirve para conjurarlo? Para Herta Müller, lectora ferviente de Klemperer, Semprún y Thomas Bernhard, la escritura no garantiza nada pero siempre hay cosas que ella "no sabía que el lenguaje sabía". Sólo las descubrió cuando se puso a escribir, algo que está lejos de ser una actividad placentera: "A mí no me gusta escribir", dijo rotunda. "Es un trabajo mísero que te hace enfermar de los nervios. Escribo para terminar de escribir. Cuando tengo un libro entre manos escribo día y noche para llegar al final. Escribir es algo horrendo pero hermoso. Siempre que termino una novela digo que no voy a escribir más. Llevó 30 años así".

domingo, 20 de junio de 2010

viernes, 18 de junio de 2010

JOSÉ SARAMAGO

Fallece a los 87 años José Saramago

La capilla ardiente del escritor, primer premio Nobel en lengua portuguesa, será abierta mañana en el ayuntamiento de Lisboa

JUAN CRUZ / JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS - Madrid - 18/06/2010

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José Saramago

José Saramago en playa Quemada, entre Yaiza y Tías en Lanzarote (Canarias).- PEDRO WALTER

José Saramago será incinerado el domingo en Lisboa, la ciudad en cuyo ayuntamiento quedará instalada mañana la capilla ardiente. El escritor portugués falleció hoy en torno a las dos menos cuarto (hora peninsular española) a los 87 años en su residencia de Tías (Lanzarote). Hasta días antes de su muerte, el Premio Nobel trabajaba ya en una nueva novela, Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas. Ese título, tomado de un verso de su paisano Gil Vicente, recoge la historia de un obrero de una fábrica de armas. Lleva escritas alrededor de 30 páginas, según sus editores.

* Caffarel: "Desaparece el más firme heredero de una larga tradición: el iberismo portugués"
* Dario Fo recuerda a Saramago
* El sonido del sol al caer en el mar
* "No me hablen de la muerte porque ya la conozco"
* Saramago se extingue en Lanzarote

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Ensayo sobre la ceguera

El evangelio según Jesucristo

Ensayo sobre la lucidez

Todos los nombres

La caverna

El viaje del elefante

Caín

Otro

Muere Saramago a los 87 años de edad
VIDEO - AGENCIA ATLAS - 18-06-2010

Se va Saramago, el hombre que nos previno contra una destructora epidemia de ceguera. Y en estos tiempos su adiós parece un símbolo.El primer Premio Nobel que recibió la lengua portuguesa ha sido un referente para toda la izquierda del planeta. Afiliado al Partido Comunista, y a pesar de sus éxitos literarios, Saramago no dejó jamás de implicarse en todos los asuntos sociales y políticos.Quizá por su activismo eligió como compañera desde hace 25 años a la también periodista sevillana Pilar del Río.España y Portugal unidos en un matrimonio que a Saramago le habría gustado llevar hasta el altar de lo político."El hombre que se atrevió a decir no", ése podría ser un buen epitafio para él. En estos tiempos en los que, más que nunca, nos obligan a decir que sí. - AGENCIA ATLAS

José Saramago, la intensa historia de un escritor crítico y auténtico


Perfil del ganador del premio Nobel en lengua portuguesa, José Saramago - ÁNGELES AFUERA / CADENA SER

José Saramago
José Saramago
A FONDO

Nacimiento:
1922

Lugar:
Azinhaga



Enlaces relacionados



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Canal de la Fundación José Saramago en YouTube:

www.youtube.com
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Web de Alfaguara sobre el autor:

www.alfaguara.santillana.es
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Conmoción en Portugal:


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Papeles Perdidos despide al autor:



Entre tanto, la editorial Alfaguara trabaja ya en la traducción de José Saramago en sus palabras, un volumen al cuidado de Fernando Gómez Aguilera que recopila las opiniones sobre política y literatura del autor luso. Además, el director Miguel Gonzalvez estrenará a finales de julio el documental Jose y Pilar (unión ibérica), una aproximación al mundo del escritor y su esposa. El filme es una colaboración de El Deseo y 02, las productoras de Pedro Almodóvar y Fernando Meirelles respectivamente. Éste último dirigió hace dos años la adaptación de la novela Ensayo sobre la ceguera.

Como su propia obra, José Saramago era un árbol con muchas ramas. El autor de La balsa de piedra fue poeta antes que novelista de éxito y antes que poeta, pobre. Unido el periodismo a esos otros tres factores (pobreza, poesía y novela) se entenderá la fusión entre preocupación social y exigencia estética que ha marcado la obra del único Premio Nobel de la lengua portuguesa hasta hoy. En 1998, el máximo galardón literario del planeta reconoció a un hijo de campesinos sin tierra que había nacido en 1922 en Azinhaga, Ribatejo, a 100 kilómetros de Lisboa. Tenía tres años cuando su familia emigró a la capital, donde las penurias rurales se tornaron en penurias de ciudad. Así, el futuro escritor se formó en la biblioteca pública de su barrio mientras trabajaba en un taller después de abandonar la escuela para ayudar a mantener una casa en la que ya faltaba su hermano Francisco, dos años mayor que él y muerto poco después del traslado.

Las pequeñas memorias (editadas en España por Alfaguara, como el resto de su obra desde que abandonara Seix Barral) es el título que Saramago puso al relato de una infancia que siempre tuvo un pie en la aldea de la que había emigrado. Su novela Levantado del suelo (1980) cuenta las peripecias de varias generaciones de campesinos del Alentejo. No fue su primera novela pero sí la que supuso su primera consagración después de que Manual de pintura y caligrafía rompiera en 1977 un silencio de casi 30 años. Eran los que habían pasado desde la aparición de Tierra de pecado, su verdadero, aunque poco exitoso, estreno como novelista. En esas tres décadas Saramago había trabajado como administrativo, empleado de seguros y de una editorial; se había casado y divorciado de su primera esposa, publicado tres libros de poemas, ingresado en el Partido Comunista -clandestino durante la dictadura de Salazar- y, sobre todo, consagrado como periodista.

Levantado del suelo siguió Memorial del convento, en 1982, y dos años más tarde El año de la muerte de Ricardo Reis. Centrada en la figura del heterónimo de Fernando Pessoa, el gran poeta del Portugal moderno, la novela es un intenso retrato de Lisboa de la mano de un poeta imaginario que, igual que pasó nueve meses en el vientre materno, ha de pasar un tiempo equivalente desde la muerte del hombre que lo creó antes de desaparecer definitivamente. La fama internacional le vino a Saramago precisamente con esta novela escrita con una rara intensidad poética que había sabido asimilar todas las lecciones de la narrativa moderna. En una conferencia pronunciada por esos mismos años 80 solía recordar el consejo que él mismo solía dar a los lectores que decían no entender bien sus libros por las mezclas de voces y la ausencia de marcas convencionales en los diálogos: "Léalos en voz alta". Funcionaba.

En ese tiempo, la actividad de Saramago se vuelve frenética. Una laboriosidad que le ha acompañado hasta su muerte con la escritura incansable de novelas, diarios, obras de teatro y hasta un blog . Tras la fábula iberista La balsa de piedra (1986), en la que España y Portugal se desgajan literalmente del continente europeo y se lanzan a flotar sobre el Atlántico, llegaron Historia del cerco de Lisboa (1989) y El evangelio según Jesucristo (1991). Su visión heterodoxa del mesías cristiano levantó una polémica que arreció cuando el gobierno de su país se negó a presentar el libro al Premio Literario Europeo. Herido con aquel gesto, Saramago se instaló en Lanzarote con Pilar del Río, su segunda esposa y nueva traductora. La misma polémica de tintes religiosos se reprodujo en 2009 al hilo de la publicación de una novela considerada hiriente por la jerarquía católica lusa, Caín. Meses antes, el escritor se había visto envuelto en otro rifirrafe. Esta vez en Italia: su editorial de siempre, propiedad de Silvio Berlusconi, se negó a publicar El cuaderno, un libro basado en el blog del escritor, que no ahorraba en él críticas al primer ministro italiano.

La publicación en 1995 de Ensayo sobre la ceguera, el relato de una epidema que convierte en ciegos a los habitantes de una ciudad -Fernando Meirelles la llevó al cine en 2008 con Julianne Moore como protagonista- abrió una nueva etapa en la obra de José Saramago. Novelas como La caverna, El hombre duplicado, Ensayo sobre la lucidez o Las intermitencias de la muerte llevan al terreno narrativo reflexiones sobre el consumo, la sociedad de masas, el sistema democrático o la idea de la muerte. Muchas de ellas parecen nacidas de una pregunta: "¿qué pasaría si?" Si la gente votase masivamente en blanco en unas elecciones, si alguien decidiese vivir al margen de la economía capitalista, si se encontrasen dos hombres totalmente idénticos. Otra de esas preguntas era qué pasaría si la gente dejase de morir. José Saramago sabía que había cosas que sólo suceden en la imaginación crítica de un escritor de novelas.

sábado, 5 de junio de 2010

SOBRE OSVALDO SORIANO

viernes, 4 de junio de 2010

SOBRE NORMAN MAILER

Mi problema con las mujeres (y con el “NY Times”)

Por Juan Forn

Qué temporadita ésta para Norman Mailer: no llegamos todavía a la mitad del año y ya se publicaron tres libros sobre él. Nada mal para un muertito, que en vida supo decir famosamente: “Yo no escribo sobre mujeres, ellas escriben sobre mí”. El adagio se ha hecho cierto post-mortem: el pobre Norman ya no escribe ni sobre las mujeres ni sobre nadie más, mientras que su viuda, una de sus amantes y su cocinera publican libros sobre él. El de la amante, una periodista llamada Carole Mallory, es el más predecible y pretencioso (“El me enseñó a pensar. Yo soy la profesional que soy gracias a Norman. El sexo era fenomenal, pero déjenme que les cuente la profesional que soy”). La cocinera, que desempeñó su puesto durante treinta años en la casa de los Mailer en las playas de Provincetown, hoy convertida en residencia para escritores jóvenes becados por la Fundación Mailer, dice con gran chispa al principio de su libro que, después de haber visto comer a un genio primero y a una manada de granujientos aspirantes a genios después, se siente con pergaminos suficientes para sacarse el delantal y tomar la pluma (pero a continuación aclara que no tuvo la menor intimidad con Mailer, ni sexual ni de ningún otro tipo, y procede a reproducir medio centenar de las recetas culinarias que preparaba para los Mailer). El de la viuda, en cambio, es nuestro jugoso plato de hoy.

Norris Church cuenta en su libro (A ticket to the circus, gran título) que en el undécimo año de su matrimonio descubrió que su marido le era infiel. Un rato antes nos ha informado que, cuando lo conoció, ella tenía 25 y él 52, y que en ese momento Mailer estaba casado con su quinta mujer, vivía con otra, tenía un affair más o menos estable con una tercera, a las que había que sumar las acompañantes de ocasión, y que, cuando se anunció su casamiento, la senadora Bella Abzug (cuya voz, según escribió una vez Mailer, podía derretir por sí sola la grasa en la nuca de un taxista gordo) le dio su número de teléfono privado y le dijo que lo considerara una hotline de emergencia, disponible las 24 horas y los 365 días del año. Aun así, Church logró con el tiempo hacer realidad esa fanfarronada con que, en sus primeros años de casada, respondía a la pregunta de las yeguas viejas que se le acercaban en los cócteles: “¿La esposa número cuál de Norman eras, querida?” La última, aseguraba Church, y lo cumplió: estuvo treinta y dos años al lado de Mailer, crió los siete hijos de él, más uno que traía ella y otro que tuvieron juntos, lo acompañó a Manila a ver pelear a Alí y a Moscú a investigar sobre Oswald, le leyó lápiz en mano los originales de El fantasma de Harlot, fue el pilar de aquella casa de Provincetown (al cumplir los ochenta, sometido al Cuestionario Proust, en la pregunta referida a su viaje favorito, Mailer contestó: “El de regreso a casa. La visión desde el camino de las luces de mi casa de Provincetown”) y le sostuvo la mano cuando él murió, a los 84.

Pero estábamos en el momento en que Church descubrió que su esposo le era infiel, y lo confrontó, y al instante se arrepintió de haberlo hecho porque “fue como si de golpe Norman necesitara vomitar entera una mala comida que le estaba revolviendo las tripas desde quién sabe cuándo”. Mailer confesó, y confesó, y confesó. Church dice que la dejó atónita descubrir que más de la mitad de aquellas mujeres tuvieran la edad de Mailer (quien por entonces estaba por cumplir los setenta), o fuesen gordas o feas. “A veces uno necesita ser el más atractivo de la pareja”, murmuró el viejo enano simiesco a su escultural esposa sin mirarla a los ojos. Según ella, “Norman creía que, si se acostaba con una mujer que no fuese ni joven ni atractiva, no me estaba engañando realmente”. Cuando Norris ya no quería un solo detalle más sobre el asunto, Mailer le pidió que escuchara una última cosa y le aseguró con cara de piedra que todas esas infidelidades tenían un motivo concreto: eran parte indispensable de su investigación para El fantasma de Harlot, su monumental novela sobre la CIA. Para entender a fondo a un agente de la CIA, dijo, necesitaba vivir a fondo una doble vida. Las 1491 páginas de Harlot constituyen, en mi opinión, no sólo el mejor libro que escribió Mailer en su vida sino la mejor novela made in USA en los últimos cuarenta años. Déjenme citar dos fragmentos. El primero es una reflexión de su protagonista, luego de ser captado, entrenado y despachado por la CIA a la Berlín de posguerra: “¿Y si no solamente tenemos dos ojos, dos oídos, dos brazos y dos piernas sino también dos cerebros, dos corazones, dos almas, que están en perpetua negociación? Las dos mitades de mi alma no podían estar más lejos una de la otra. Debían recorrer millas y millas cada noche para poder juntarse a dormir. De ahí venía mi fortaleza: de la capacidad para lograr la cooperación interna entre estas dos mitades”. La segunda cita es más breve. Dice: “La lógica del amor se reduce a una ecuación muy simple: uno debe ponerse en peligro para preservar el amor. He allí el motivo por el cual tan poca gente logra que dure”.

Al concluir el episodio de las infidelidades, Church hace una confesión igualmente breve pero de enorme potencia, cuando sus lectores están esperando que conteste la pregunta del millón: “Podría haberme separado, pero decidí quedarme, alejándome un paso de él en mi corazón, amándolo un poco menos. Y alcanzó”. Esa clase de fulgurantes momentos hacen que el libro de Church valga la pena. Pero el NY Times no piensa lo mismo. El Times fue el primero en comentar el libro de Church, antes incluso de que llegara a librerías. Durante treinta años, el Times (en la persona de Michiko Kakutani) comentó cada libro de Mailer una semana antes de que saliera a la venta, con críticas siempre lapidarias. Mailer decía: “Ningún otro escritor americano corre con mi desventaja. Cada libro que publico necesita por lo menos cinco buenas críticas seguidas sólo para equilibrar la balanza”. En este caso no es Kakutani quien firma la nota, aunque puede perfectamente ser quien la escribió, porque el texto es de una improbable “Jennifer Senior”, quien figura al pie de la nota como colaboradora habitual del diario aunque, según informa la propia web del Times, nunca antes firmó otra nota en sus páginas.

Es más bien asombroso que el NY Times deje en manos de una colaboradora novata el tema Mailer y que le haya permitido rematar así su primera bibliográfica: “Le auguramos a Norris Church que la mejor parte de su vida será la que tiene por delante”. Church tiene hoy sesenta y tres años, lleva diez luchando contra un áspero cáncer digestivo y concluye su libro sobre Mailer con las siguientes palabras: “Siempre dije que no iba a escribir sobre Norman porque nadie iba a creerme. Pero cuando una se acuesta en su cama después de enterrar a su marido, y empiezan a pasarle por la cabeza todas las imágenes de su matrimonio, la única manera de sentirse menos sola es dejarse llevar por ellas, revivir los buenos tiempos y purgar en el papel y eliminar del organismo los malos recuerdos. No se trataba de erigir un monumento ni de exponer a la luz un villano. Se trataba de estar con él un rato más, para despedirme como era debido”.

jueves, 3 de junio de 2010

Para Israel, el escritor Henning Mankell también es terrorista

Julio Castro
La República Cultural


Llevo unos meses enganchado a la literatura de Henning Mankell. Ya han caído varios tomos de su saga sobre Kurt Wallander, un policía de Ystad, municipio al sur del país. Este personaje es una excusa para ir introduciendo tomo a tomo una serie de conflictos sociales y políticos internacionales ante los cuales la mayoría cierra los ojos para no ver, o para no tener que opinar.

Este escritor, comprometido no sólo en su literatura sino en su vida personal, contra los excesos de la discriminación y el racismo en el mundo, pero también contra los sistemas totalitarios y sus abusos, le han llevado hace unos días a embarcarse en la flotilla que apoyaba la ayuda humanitaria para los palestinos de la maltratada Gaza, que Israel tiene bloqueados hasta que mueran todos (hablamos de más de un millón de niños, mujeres, hombres, de su ganado, de sus tierras, de lo poco que queda en esa zona devastada por el Estado hebreo).

Pues bien, es bueno saber que, cuando se dice que aquellas personas voluntarias que han decidido ponerse como escudos para hacer llegar lo básico a ese pequeño trozo de Palestina, son tildados de terroristas por los perros de Sión, uno se encuentra posicionado una vez más en el lugar correcto, a saber: el que no condena a las personas por ser pacíficas, ni a los pueblos por sus gobiernos, sino a los políticos de los Estados, por criminales. A riesgo de ser pesado, voy a insistir: los únicos terroristas ocupan el poder en Israel, pero también sus embajadas por el mundo, como se ha demostrado en España. Si hacemos caso al miserable portavoz que ocupa la sede de Madrid, resulta que tanto un escritor que ha luchado contra el concepto del apartheid en Sudáfrica, contra las ideas mal entendidas de lo que debe ser el comunismo en los países bálticos, o contra la cotidiana discriminación racial en nuestros miserables países con muros exteriores, ese escritor, o una Nóbel de la paz, o centenares de ciudadanos del mundo, que viajaban en esos barcos para llevar la paz a costa de sus vidas, son terroristas, viajan armados y tienen contactos (todos ellos) con Al Qaeda. O bien ha mentido y difamado esta basura extremista que pretende “ejercer la diplomacia” en nuestro país.

Pues resulta que, de momento, estos supuestos terroristas han conseguido que se abra el paso de Rafah, en la frontera de Egipto, para que pase ayuda básica y salgan los heridos palestinos más graves, ya que allí no hay medios para atenderles (gracias al gobierno israelí). Así que, lo mismo resulta que en vez de ser terroristas, voluntarios y voluntarias de esta flotilla debiera recibir el Nóbel de la Paz, que tan a la ligera le fue entregado a Simon Peres en su momento.

Pues, como decía, a riesgo de ser pesado, la responsabilidad del Estado español el para con sus conciudadanos y para con la justicia universal (pese al cambio en las leyes, precisamente para no juzgar a un grupo de criminales israelíes en su momento), porque si no, no viviríamos en un Estado de Derecho, porque si no aquí no hay ninguna democracia, porque si no, este Estado español es cómplice de los genocidas y así deberá constar. Que echen a la legación israelí que difama a los pacifistas y promueve el asesinato masivo de pacifistas en el mundo: son nazis.

(Entre tanto, exijamos una investigación real de los crímenes que han cometido contra la flotilla que llevaba la ayuda humanitaria. Puede firmarse en: http://www.avaaz.org/es/gaza_flotil… )
Fuente: http://www.larepublicacultural.com/