ADVERTENCIAS A MÍ MISMO

En el centenario del nacimiento de Norman Mailer

domingo, 31 de octubre de 2010

KENZABURO OE

a literatura, un viaje sin rumbo fijo

KENZABURO OE

El otro día en el Instituto Cervantes de Tokio sostuve un diálogo abierto con el escritor español Javier Cercas. Su novela Soldados de Salamina me pareció una obra maestra.

¿Quieres escribir buenas novelas? Haz entonces como Cervantes: embárcate en un puerto

"Erasmo y Cervantes no fueron guerreros heroicos, tan solo soldados anónimos"

Durante la Guerra Civil española, un comando del Ejército republicano, acorralado en Cataluña, se dispone a fusilar a un oficial fascista que se encuentra recluido bajo custodia, pero un joven soldado, por cuenta propia, decide liberarlo. La novela sigue los respectivos destinos del soldado y del oficial fascista. Se sabe que la noche anterior al suceso, el soldado se entretenía bailando un pasodoble.

Los franquistas obtienen una victoria avasalladora, el joven soldado se integra en el exilio a una tropa multinacional del Ejército francés y recorre el continente africano. Los soldados anónimos de la pequeña y precaria unidad terminan venciendo mediante una serie de tácticas de guerrilla al batallón alemán que tenía todas las de ganar. Se salva así la civilización francesa, y el soldado, aunque lesionado, sobrevive las sucesivas campañas.

Muchos años después, convertido en un veterano, recuerda con nostalgia el baile del pasodoble, elemento que enlaza el relato con el pasado remoto.

Cuando preparaba el diálogo con Cercas y revisaba en mi estudio los libros sobre la Guerra Civil española, me encontré de pronto con La misión de la literatura, el libro de Georges Duhamel traducido por Kazuo Watanabe, y la edición original en francés de Deux Patrons. Hay ahí dos patrones, es decir, dos maestros: Erasmo y Cervantes, a quienes el autor consideró como los salvadores de la civilización. Con ambos libros en mis manos, me trasladé 50 años atrás hasta verme en una cafetería subterránea, ubicada en el campus de la Universidad de Tokio.

A pesar de que había ingresado en la universidad con el deseo de profundizar en el estudio del humanismo, del que se ocupan con todo detalle los libros del profesor Kazuo Watanabe, durante mi carrera académica no fui capaz de entender sus lecciones. Lo único que logré hacer fue conseguir en librerías de viejo los títulos que el profesor Watanabe había publicado antes y después de la guerra, y leerlos a solas. Desilusionado con mis estudios, comencé a probar suerte en la creación literaria.

Una semana después de que uno de mis cuentos apareciera en el número especial de un periódico de la universidad con

motivo del festival estudiantil de mayo, el profesor Watanabe, que se encontraba en la cafetería, me detuvo cuando pasé a su lado y me habló así:

-Oye, he leído ese cuento tuyo en el cual un estudiante mata a un perro. ¿Es que piensas convertirte en narrador?

La pregunta me desconcertó y no atinaba a responder. Un amigo que me acompañaba se adelantó a contestar rescatándome de aquella embarazosa situación:

-Qué va, profesor, este solo se empeña en leer lo que usted ha escrito sobre el humanismo. A ver, ahí traes uno de sus libros, ¿verdad?

Le mostré al profesor La misión de la literatura y, al tomar el libro entre sus manos, me preguntó qué me parecía.

Le respondí que solo había terminado de leer la primera parte y el epílogo a cargo del traductor. El profesor abrió el libro y me pareció que se fijaba en las partes que yo había subrayado.

"No se debe permitir el derramamiento de sangre por causa de conflictos religiosos: a partir de esta firme convicción, Erasmo siguió un camino tortuoso, mientras que Cervantes llevó una vida trágica al aferrarse a la misma creencia en una época en que era inconcebible demostrar que una personalidad armoniosa y una razón suficiente eran superiores a la locura y la perversión. (...) Ni Erasmo ni Cervantes fueron guerreros heroicos sino tan solo soldados anónimos".

Para evitar que el profesor leyera mis notas al margen del libro, me apresuré a decir:

-Ahora creo entender no solo por qué el autor escribió esta obra al año siguiente del comienzo de la Guerra Civil española sino también por qué usted la tradujo un año antes de que Japón entrara en guerra.

El profesor Watanabe me concedió la razón:

-Georges Duhamel lanzó con palabras contundentes un grito de alerta ante la expansión del fascismo en Europa, pero ¿no te parece que el epílogo que escribí es bastante timorato ante la censura y a los demás temas que trata el libro? Te recomiendo, más bien, que leas con atención la segunda parte, si es que quieres seguir escribiendo novelas.

Emocionado, corrí escaleras arriba hacia la salida de la biblioteca y me tumbé en la hierba a leer el capítulo sobre Cervantes. Ahí encontré una exhortación que Duhamel dirigía a los jóvenes que aspiraban a formar parte del mundo literario:

"Entonces, joven, vive la vida ante todo. Bebe abundante leche de la ubre de la vida para nutrir tus futuras creaciones. ¿Dices que quieres escribir buenas novelas? Hazme caso entonces y embárcate en algún puerto. Recorre el mundo ganándote el sustento con modestas ocupaciones, y soporta la pobreza. No te apresures a tomar la pluma. Sométete al dolor y al sufrimiento. Aprende con las miles de personas que encuentres a tu paso. Y cuando te doy estos consejos, quiero decir que jamás trates de esquivar la angustia que te ocasionen los demás o las adversidades que tengas que experimentar para hacerlos felices. (...) ¿Quieres escribir buenas novelas? ¡Óyeme bien, entonces! Antes que nada, trata de olvidar ese deseo. Emprende un viaje sin pensar en un rumbo fijo. Agudiza la vista, el oído, el olfato y el apetito. Espera con el corazón abierto. Tal como hizo...".

Cervantes, por supuesto. Durante su estadía en Japón, ya en la posguerra, Duhamel le obsequió al profesor Watanabe la edición de lujo del libro original, ilustrada con más de 20 dibujos. Un año antes de morir, el profesor Watanabe me dejó como herencia esa edición. A lo mejor guardaba algún remordimiento desde aquel entonces, cuando se enteró, a través del amigo que me acompañaba, que me había deprimido profundamente al leer esa segunda parte. Pero, en realidad, yo también sabía que aquella había sido para mí una extraordinaria lección.

Traducción de Ryukichi Terao, con colaboración de Ednodio Quintero para el Instituto Cervantes.

Kenzaburo Oe es escritor, premio Nobel de Literatura de 1994.

sábado, 16 de octubre de 2010

ANDRES RIVERA- LA REVOLUCIÓN ES UN SUEÑO ETERNO

“No tenemos nada para discutir”

Decidió no ir a la Feria de Frankfurt –donde Argentina fue invitado de honor– porque lo consideró sólo una forma de exhibicionismo. En este diálogo lúcido, uno de los últimos clásicos de la Argentina habla de todo lo que aprendió de Borges, de la toma de los colegios secundarios y de que los escritores argentinos no tienen ya tema de debate. Además, anuncia que sus próximos dos libros serán los últimos.


Por HORACIO BILBAO Y FRANCO TORCHIA - hbilbao@clarin.com


Con su voz grave y la cadencia de sus personajes, atiende el teléfono y pide un minuto para bajar el volumen del televisor. Vuelve y dice “Sí, vengan”.

Tres ventanas a media luz en un piso 12 de Belgrano. Veinte años de escritura sobre la mesa y varios manuscritos dispersos. Andrés Rivera dice que desde esa altura muchos logran ver Colonia en Uruguay. Pero él no. Sintaxis seca y precisa, siempre. En esos dos ambientes, Rivera ha escrito casi todos sus libros y hoy elabora sus últimas dos nouvelles. Cuando las publique podrá cumplir con su actual deseo: parar de escribir y dedicarse al “placer de leer a los otros”. Con Borges en la cabeza y sentado en el sillón de un cuerpo que mira fijo al fax, pregunta: “¿Algo para tomar?” No. Al rato: “¿Se sirven un whisky?” Sí. Entonces haceme un favor: andá al placard y abrí la última puerta. “Lo aprendí de Graham Greene”. Pausa. “Ahora, andá a la cocina y abrí la alacena. Agarrá dos vasos, solamente, porque yo ya tengo el mío”. Son las cinco de la tarde y nadie pide hielo para el whisky.

¿Por qué tomó la decisión de no viajar a Frankfurt, siendo que fue invitado y que, incluso, tenía un par de mesas asignadas? Estaba en veremos, digamos así. Mire, decidí no ir a Frankfurt porque me pareció que era sólo una cuestión de exhibicionismo. Todo me pareció, desde el principio al fin, un trámite burocrático. Una lista de escritores y bueno, ahí estaba yo, con las medallas colgadas de la chaqueta, y me pusieron. Yo me plantaba allí, iba a ir con mi representante, no manejo el idioma, y mucho menos el alemán, pero bueno, el inglés, que es un idioma puede decirse universal, tampoco. Y me pregunté para qué, qué iba a hacer yo allí, iba a participar en una mesa redonda, o dos, para decir las palabras habituales que se dicen en esa mesa. Los escritores argentinos nos hemos vuelto muy pacíficos, no tenemos nada para discutir, si usted lo prefiere, nada para enfrentarnos, nada para polemizar. No hay hoy en el universo de los escritores fracciones como Boedo y Florida. Aquí no hay un mundo cultural para que los escritores puedan manifestarse, y para que no teman decir algo sobre la escritura de otro colega. No tenemos enfrentamientos como los que pudo tener Borges con otro escritor. Con Ezequiel Martínez Estrada, probablemente.

La participación argentina en la Feria propuso un mapa literario ligado al Bicentenario. Usted que es un crítico de las celebraciones, ¿cómo lo vio?

En primer lugar, la Revolución de Mayo fue una revolución inconclusa. Y fue llevada adelante, hasta donde se pudo y hasta donde pudieron, por un grupo minoritario. Cosa que ocurre con todas las revoluciones, las derrotadas y las triunfantes. Un pequeño grupo de jacobinos, encabezados por Moreno y por Castelli, que es la figura central de La revolución es un sueño eterno. Lo menciono porque, efectivamente, él sobrevivió a Mariano Moreno, y marchó por los ejércitos que rumbearon hacia el norte del país. ¿Y eso se les enseña a los jóvenes? ¿Qué propuesta traía en sí la Revolución de Mayo? ¿Se les enseña a los jóvenes a hurgar en los papeles? Creo que no, porque iría contra todos los principios de éste y de cualquier otro gobierno. ¿Dirían quiénes son los dueños de la tierra en este país? –para citar un título de Viñas-. Los dueños de la tierra y de las vacas.

Pero significó la liberación de los españoles, un buen punto para reflexionar...

Por cierto. Por cierto que es un punto para reflexionar. Yo he vivido algunos años en Córdoba. Córdoba, la ciudad, se transformó en una ciudad industrial, con trabajadores alejados de la influencia peronista. Tuvo mucho esplendor esa brevísima, fugaz presencia de esos trabajadores. Cayó inmediatamente sobre ellos la represión, y hoy tenemos la Córdoba que se conoce hace 200 años, la de las iglesias, la Córdoba de los curas, de los sacerdotes, la Córdoba de la misa de once.

Está usted emparentando esas gestas como la de la Revolución de Mayo con la construcción obrera de finales de los 60-70...

Usted lo menciona. Los años 70 siguen siendo un ejemplo para las generaciones que llegan. Ahora, muchos de los jóvenes de hoy –y eso no es responsabilidad de esos jóvenes– desconocen qué ocurrió en los años 70; no hay suficiente información. Los pocos medios de cultura no aluden con cierta sistematicidad a esos años. Y fijesé, después llegó el ’76. Se dice que hubo 30 mil muertos o desaparecidos. ¿Sabe cuántos Cortázar había entre ellos? ¿Cuántos Borges? Y recordemos que alguna vez Borges fue comunista. Sí, ahora sonreímos, y póngalo, ahora sonreímos, pero ahí está. ¿Y quién habla hoy de Roberto Arlt? Piglia.

Piglia. ¿Y? Y cuando se muera Piglia, ¿quién va a hablar? Ya nadie recuerda a Martínez Estrada.

¿Por qué?

Porque tenemos un sistema. Insisto en el título muy oportuno, muy certero, diría, del libro de David Viñas, "Los dueños de la tierra" . ¿No le dice nada el nombre de Mauricio Macri? Y es el lord mayor de esta ciudad. De Buenos Aires.

Hablaba recién de Borges. Usted reivindica de Borges el hecho de haberse quedado en Argentina y de haber aceptado sus errores durante la dictadura.

Sí, y yo creo que fue un acto de coraje, muy propio de Borges. Un caballero. Yo lo vi en su casa, ahí, de la calle Maipú; vivía todavía con doña Eleonor. Y realmente aprendí, en esa entrevista, mucho más que de la lectura de sus libros y de su poesía. De él. Como ser humano. Aprendí algunas cosas.

¿A ese humanismo lo transmitía mejor oralmente?

Todo, no se puede desprender una cosa de la otra. Hay un Borges. Creo que hay un... proverbio marxista que dice “Uno se divide en dos”. Eso creo que era de Mao-Tse-Tung. Y sí. Cuando lo entrevisté, yo trabajaba en El Cronista Comercial. Y estaba tan aburrido. Me habían encargado la tapa del diario. Y entonces, comenzaba todos los días lo mismo, sólo tenía que cambiar el verbo: “El presidente de la Nación, teniente general Jorge Rafael Videla, llegó a la Casa de Gobierno a las ocho horas”. Al día siguiente, en lugar de llegó, arribó. Y luego, “se hizo presente”. Y después, bajaban todo lo que llegaba de Casa de Gobierno. Y realmente, era el hastío. Hasta que un compañero de redacción me pregunta: “¿Y si lo entrevistamos a Borges?”. Y yo dije que sí, que probara. Y ahí, Borges, que responde –y esa es una de las tantas enseñanzas de Borges- “Sí, vengan…” Y allá fuimos. Y allí estaba el hombre, impecable –corbata, de pie, ciego ya-. Nos recibió. Y nosotros, como ustedes, llevábamos una lista de diez preguntas. Hicimos la primera, y Borges que se pone a hablar. Nos miramos al rato con el compañero con el que fuimos, y en la mirada nos dijimos “No preguntemos más”. Borges habló como dos horas. Y en un momento, él mismo se interrumpe y dice: “Ya voy, madre. Permiso”. Y allí salió. Volvió y reanudó su discurso allí donde lo había dejado, con las comas, con los puntos aparte y los puntos y seguido y los punto y coma. Creo que tuve muy pocas enseñanzas del manejo de la memoria, de la oralidad y de eso que se llama cultura. Yo conocí y mucho a la que fue novia –si ustedes quieren lo ponen entre comillas- de Borges. A Estela Canto. Conocí a Estela Canto y a su hermano Patricio, que tradujo "Los desnudos y los muertos", de Norman Mailer, que es una obra insuperable de traducción. Y le digo insuperable, yo que no conozco el inglés, porque tradujo el slang de los negros norteamericanos, o afroamericanos, como se dice ahora. Y bueno, ella me contó su relación con Borges; no la más íntima, pero una relación muy estrecha. Tengo por allí un libro que ella me dedicó, que hay unas cuantas fotos de ella con Borges, creo que en la Rambla de Mar del Plata y cosas así. Bueno, ¿por qué no voy a aprender, entonces, mientras estoy vivo, de Borges? Borges tiene una expresión que yo adopté. “Da más placer leer a los otros que escribir”. Y es cierto. A esta altura de mi segunda juventud, eso para mí es muy cierto. Confío en terminar este libro y después leer a los otros.

¿Entre esos otros que va a leer, incluye a nuevos autores de la literatura argentina?

Estoy realmente atrasado en materia de lectura argentina. Estoy leyendo mucho libro de la historia social, política del siglo XX. Allí, sobre la cama... en el dormitorio... Ahí tiene. Se llama "Berlín" y el autor es Antony Beevor. Tiene otro libro que se titula "Stalingrado" . Y tiene un libro que es el doble de éste, sobre la Guerra Civil Española. Son apasionantes. Apasionantes como la mejor novela que uno pueda leer. Y repare en esto: Borges nunca escribió una novela. Sí, escribió poesía, y yo, que tengo muy mala memoria, y que estuve algunos años en Córdoba, cuando quería bromear con los cordobeses, les recitaba estas dos líneas de Borges. “Qué podrá conmigo esa cordobesada bochinchera y ladina”. Es de su poema “El General Facundo Quiroga va en coche al muere”. Mire qué expresión tan argentina: “va en coche al muere”.

Una expresión que no se usa. ¿Qué pasa con la lengua?

Estamos reducidos a cuatrocientas palabras, y yo no voy a responsabilizar de eso a ese aparato, eh. Me refiero a la televisión. Creo que esto proviene de una enseñanza defectuosa, que es un término muy suave, muy light. Creo que tiene que ver con un designio de las clases dominantes de reducir el idioma de los argentinos –una vez más Borges– a esas cuatrocientas palabras.

¿Tiene también que ver con el cambio tecnológico?

Yo dormiría, por ese lado. Más aún, yo que no sé manejar computadoras, y eso es un error, pero me alcanza… estoy muy ligado al cuaderno y a la lapicera y a... no va más, para mí, eso. No se puede atribuir a la tecnología esta poda de un idioma tan rico como el argentino. No. La tecnología tendría que ayudar. Como suponer que –ahora es pintoresco, pero- suponer que se acababa el mundo cuando se conoció el ferrocarril, y entonces, se terminaron las diligencias; el Gral. Quiroga, ya moría en un tren, no en coche, como lo llamó Borges. Ustedes, la inteligencia de ustedes, los periodistas, ¿se reduce porque tienen que trabajar con computadoras? Hay que pensar, ustedes piensan, la computadora no. La computadora a lo sumo puede guardar, por lo poco que sé de ellas, lo que ustedes piensan; pero ustedes lo tienen que escribir, eso.

Recién dijo que haber ido a Frankfurt hubiese sido un acto de exhibicionismo.

Para mí, sí.

¿Los autores que fueron allá lo hicieron para exhibirse?

Para mí, dije, eh. No sé a qué van y qué propósito los lleva. Imagino que todos muy dignos y hasta nobles.

Usted lleva más de cincuenta años publicando. ¿Hace cuántos que escribe? "El precio" nació o se publicó en el ‘57. Cincuenta y tres años de escritura. Cuando encara una nueva novela, ¿aparecen temas nuevos o aparecen revisiones de los viejos?

No hay temas nuevos para un escritor. ¿Cuáles son los temas nuevos? ¿Qué descubrimientos hay para un escritor? Escribe –voy a decir dos generalidades- sobre la vida y la muerte, sobre el amor, el odio, sobre –cuando se lo propone, y cuando no se lo propone, también- la presencia de las clases dominantes en la vida de su país. Y bueno, no hay mucho más que eso. No mucho más. ¿Sobre qué escribía Faulkner? Sobre el sur. Y qué es el sur aún hoy en los Estados Unidos. Sino, la parte más geográfica y, humanamente hablando, más retrógrada de ese país, que ha dado, por lo menos en el siglo XX y aún a fines del XIX, los mejores escritores que ha conocido el mundo tierra. Y si yo tengo que hablar de alguna influencia sobre mi literatura, tengo que hablar de la literatura norteamericana. Dos nombres: William Faulkner y Ernest Hemingway. Ahora, es difícil pensar en una nación dirigida por Barak Obama a un Hemingway.

Hablando de “El precio”, usted ha dicho que le hubiera gustado reescribir esa obra...

Sí, claro. Pero ya no.

Cuando salen las nuevas ediciones, ¿usted pide revisar los textos?

No, no, ya dije que no voy a cambiar ninguno de los textos que he escrito. Que quede ahí para los antólogos y críticos del 2050, que se van a referir a un escritor olvidable. Borges supo decir: “Los escritores argentinos son olvidables”, sólo que entre paréntesis –y esto lo pensó, estoy seguro– “salvo yo”. Bueno, yo también puedo decir esto.

En sus novelas, siempre hay elementos eróticos, desde el comienzo...

Sí.

Ahora que proliferan tanto los relatos eróticos, ¿cómo encajan sus libros? Hay que tener mucho cuidado con el sexo. Se puede ser muy crudo y se puede ser muy elegante, pero no se puede eludir el sexo. Ahora bien, por las pocas referencias que yo tengo, digo: ¿qué pasa con las nuevas generaciones de escritores argentinos que no son capaces de hablar de este mundo tedioso en el que viven? De describirlo. Una pregunta: ¿no vivimos como en un hospital? ¿No vivimos como en un cuartel? ¿De qué libertades me hablan? Yo tengo que cerrar la puerta aquí, y estoy viviendo en un barrio de alta clase media. Pero, ¿qué pasa con un anciano como yo si sale de noche? Yo me compro la comida y me hago la cena, a menos que venga un amigo y me cite, me traiga con el auto hasta la puerta de casa. ¿Se escribe sobre esos jovencitos que descabezan ancianas a golpe de pistola? Acá, en la ciudad de Buenos Aires. Y esto es otra cita; esto es de Guido Spano: “Argentino hasta la muerte, he nacido en Buenos Aires”. Yo me siento muy dichoso de ser porteño, pero trato de no ser idiota, y tengo que cuidarme.

Es curioso, aquí, en un barrio de clase media alta debe cuidarse y no allá, en Bella Vista, uno de los barrios más pobres de Córdoba...

En Bella Vista pasa esto. Mi pareja, Susana Fiorito, es una persona muy reconocida por su trabajo cultural, pedagógico. Suelen tocar el timbre a las once de la noche para decirle “Doña Susana, me pasa esto, esto”. Y bueno, y ahí usted tiene el principio de un relato. Bueno, ella está custodiada por ese mundo, y creo que hasta aquellos que viven en el mundo de la delincuencia se han pasado la consigna de que a esa mujer de cabello canoso no la toca nadie. Bueno, yo, cuando estoy allí, estoy custodiado por esa presencia. Yo soy el guaso que acompaña a doña Susana.

¿A qué otra cosa se está dedicando en ésta, su segunda juventud?

La televisión. Soy un adicto a la televisión. Es una práctica para mí muy interesante. Porque suelo escuchar, de pronto, a invitados a TN. Algunos hablan muy bien, y a otros les tengo que poner las comas, los puntos y coma. Y advierto cuán invadidos están por una autoestima que no se merecen, que se la adjudican ellos mismos. Y de eso también aprendo. No hay que hablar tanto de uno mismo.

¿Usted se considera un escritor porteño?

Un escritor argentino, que nació en Buenos Aires. Porque yo fui, creo que jurado de alguno de los concursos de Clarín, siglos ha, con Héctor Tizón, gran escritor. Y allá está Tizón, que creo que está vivo todavía, allá en Yala, en la punta norte de este país.

Pero la literatura argentina ha dejado de producir o de sacar escritores del interior.

Sí, claro. Porque el mundo editorial… ¿cómo accede uno al mundo editorial? Un dato. Antes de que me dieran el premio nacional y empecé a ser conocido, etcétera, diez, doce reportajes por año, recortados, etcétera. Después del premio nacional, treinta. Esto yo lo llamaría el éxito burgués, en el mejor y peor sentido de la palabra burgués. Digamé Córdoba. Yo no conozco escritores cordobeses recientes.

Yo conozco unos cuantos porque soy cordobés, pero no trascienden.

Y no hay, tampoco, sellos fuertes en el interior del país. Y hay algunos sellos que… solicitan para publicar, a quien sea, que se pague la edición. Y eso para mí desvirtúa totalmente el papel del escritor. El que se paga la edición no es un escritor, porque sólo depende de que consiga el dinero necesario para que un sello lo publique, y lo difunda hasta por ahí nomás. Córdoba, Villa María, no sé qué otras localidades más o menos importantes de la provincia. No sé qué pasa en Mendoza, en la provincia de Buenos Aires.

¿Cuál es su relación hoy con las editoriales?

Yo tengo una muy buena relación con Planeta, con uno de los sellos de Planeta, que es Seix Barral, y con el editor de Planeta, que es Alberto Díaz, que es un amigo que me llegó tarde. Sí, vamos a cenar dos veces, tres veces por mes, y nos hemos impuesto la consigna de Sartre: diez minutos de literatura y el resto política, mujeres, el mundo.

En general, la mayoría de los autores con los que he hablado últimamente, me dicen que no pueden tomar alcohol y trabajar. A veces parece una pose, ¿usted qué diría?

No, yo no necesito el estímulo del alcohol. En eso soy muy sobrio, escriba o no escriba. Nunca supe lo que es una borrachera. Le digo más: tomo distancia de aquellos que se emborrachan. Pero sí... a esta hora de la tarde, cuando la luz declina, sí, me sirvo una medida de whisky. Y… me acompaña el cigarrillo. Y fumo poco, porque la concentración que me exige la lectura de lo que escribí y de lo que estoy escribiendo, me hace olvidar prender el cigarrillo. Y si hablamos de la influencia de la literatura norteamericana, creo que fue Hemingway, y si no Faulkner, que recomendaban que uno, cuando retomaba la escritura, leyera lo que había escrito el día anterior. Y entonces, es lo que hago, corrijo y sigo para adelante. Es una muy buena recomendación, y la llevo a la práctica siempre. Bueno, mis neuronas son muy escasas, escribo por la mañana, que están frescas, y a la tarde, la televisión, y a la noche, antes de dormir, me llevo este tipo de libros ahora a la cama y leo una hora, hasta que me llega el sueño.

Ya que habló de la política, ¿faltan escritores políticos?

No puedo hablar de eso porque no estoy leyendo literatura de ficción argentina.

¿Pero a usted le gusta que lo consideren un escritor político?

Sí, claro. Sí, sí. No, yo no me voy a lavar las manos. Y más aun, me parece que aquellos que dicen que no son escritores políticos se mienten a sí mismo. ¿Usted puede escribir sobre el famoso –lo voy a decir muy mal en francés- menage a trois? Y hay política. Él, ella y el amante, ¿y a qué clases pertenecen? ¿De qué viven? ¿De qué se ocupan? Ya ahí está la política. ¿De qué hablan en la cama? ¿Sólo de sexo? Cuando de pronto dicen “qué mal que están los hospitales”, ¿no es una expresión política? ¿A qué aluden? Si los hospitales públicos no funcionan, ¿a qué se está aludiendo, si no al universo de la política? Cuando el más simple de los argentinos dice “Uh!, la política es una m…..”, ¿no está haciendo política? Después, ¿a quién vota? Hemos escrito –yo no lo he hecho, claro-, sobre los treinta mil desaparecidos, pero no sobre los millones de argentinos que miraban para otro lado. De eso hay ejemplos en el mundo. En la plaza Venecia, multitudes gritaban “¡Duce, Duce, duce!”. Hubo toda una generación de escritores italianos que se ocupó de eso, de Vasco Pratolini a Moravia. ¿Y qué pasaba con la Alemania de Goethe, con Hitler? Aun aquellos que querían eludir la política, no podían. A mí me resultan muy odiosos aquellos que dicen: “¡Uh!, termínenla con eso de la dictadura”. No odiosos, son peligrosos. Son fascistas que no saben que son fascistas.

¿Cómo ha vivido, Andrés, el auge que los festejos del Bicentenario le han reportado a sus libros, especialmente a “La Revolución...”?

Tiene no sé cuántas ediciones, primero por Alfaguara y... ahí tengo los pocos ejemplares que me quedan, cinco ediciones de Seix Barral. Y creo que Alfaguara debió tirar… Santillana, con el sello de Alfaguara, debió tirar catorce, quince ediciones de La revolución… Sí, bueno, y es lo que hablamos hace unos minutos. ¿Qué le dicen de Castelli a los jóvenes estudiantes? ¿Qué le dicen? ¿Qué le cuentan?

¿Deberían contarle que fue derrotado, que la Revolución quedó inconclusa?

Usted me está haciendo preguntas que no se pueden contestar. ¡En serio! Porque... Digamé, ¿qué maestro va a hacer esas preguntas? –y no estoy menospreciando a los docentes–. ¿Cuánto gana un docente? ¿Tiene tiempo para dedicarse a preparar bien, ordenadamente, pulcramente, concienzudamente, lo que va a enseñar al día siguiente? Claro, yo le estoy hablando casi del principio del siglo XX, las maestras que yo tuve eran sarmientinas, y eran damas de la sociedad. Que ahora los docentes vengan de una clase media que yo creo que es, en términos generales, inculta, es un dato de la realidad argentina. ¿Por qué cree que los jóvenes ocupan colegios en la ciudad de Buenos Aires? ¿Qué les pasa? Me parece notable, realmente, la actitud de los jóvenes. Y no porque yo crea que el señor Mauricio Macri es el señor Mauricio Macri, sino que parece un acto político de una calidad excepcional para este país tan espléndido y que a mí me provoca muchas veces tanto hastío.

¿Por qué cree que en el mundo editorial es tan exitoso una especie de nuevo realismo?

Y eso... también tiene que ver con lo que son las editoriales. Cuando yo empecé a publicar los primeros cinco, seis libros, siete, las editoriales que me publicaban a mí, al mes siguiente quebraban. Y no por mí. Hoy, nosotros, la plaza editorial está ocupada por los sellos que provienen de España. Y entonces, ¿vamos a seguir hablando del imperialismo yanqui? Esa es una influencia. Yo publico en un sello editorial español que, bueno… yo ya vengo con las medallas y todo lo demás, y me he dicho a mí mismo que puedo escribir algo olvidable –como diría Borges-, pero me lo van a publicar. Salvo que –y en esto hago hincapié, en esta relación de amistad con Alberto Díaz- salvo que Alberto me diga, como me dijo en una sola oportunidad, “No, mirá, esto volvelo a escribir”. Y tenía razón, yo me había apresurado.

Y antes de dedicarse a leer a los otros, como ya dijo que hará, ¿qué más podremos leer de Andrés Rivera?

"Kadish". ¿Le deletreo? Es una palabra judía: k-a-d-i-s-h. Que es una oración que pronuncian los judíos cuando despiden a un ser muy querido. Es decir, alguien que murió y que quisieron mucho. Entonces, esa oración se llama kadish. Y el otro relato que estoy intentando terminar tiene por título la fórmula del ácido sulfúrico: "SO4H2". ¿No les parece original?

jueves, 7 de octubre de 2010

Nobel de Literatura 2010

Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura

El autor de 'La fiesta del Chivo'> es distinguido "por su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes sobre la resistencia, la revuelta y la derrota individual".- "Es una gran alegría que comparto con mis amigos", ha asegurado tras conocer la noticia

Mario Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010

Faltaban todavía unos segundos para la una de la tarde cuando Peter Englund, secretario de la Academia sueca, abrió la famosa puerta blanca de la sede académica y pronunció el nombre del escritor hispanoperuano Mario Vargas Llosa como nuevo galardonado con el premio más prestigioso de las letras universales. Lo dijo en varios idiomas y cerró "en castellano".

* Vargas Llosa, en detalle

* "El nacionalismo es la peor construcción del hombre"
* Enviado especial al infierno tan temido
* El gran narrador
* Vargas Llosa: el fuego intelectual
* La fiesta del latinoamericano
* El Nobel a Vargas Llosa revoluciona la Feria de Francfort
* Una obra que no tiene límites


Capital:
Estocolmo.

Gobierno:
Monarquía Constitucional.

Población:
9,045,389 (est. 2008)

Mario Vargas Llosa
Mario Vargas Llosa
A FONDO

Nacimiento:
28-03-1936

Lugar:
Arequipa

Mario Vargas Llosa
Mario Vargas Llosa


Escritor que publica 'Sables y utopías'.
* Documento: Lee las primeras páginas de 'El sueño del celta', la novela inédita de Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010


En declaraciones a EL PAÍS, el autor ha afirmado, tras conocer la noticia, que "es una gran alegría" que comparte "con tantos amigos". "Gracias a ustedes por felicitarme y por tenerme siempre cerca. Cuando nos llamaron, a Patricia [su esposa] le pareció que podía ser una broma", ha subrayado, según informa Juan Cruz. Para el autor, que se reconoció "muy conmovido y entusiasmado", el premio supone un "reconocimiento a la lengua española". El escritor también ha señalado, a W Radio Colombia, que es "un estímulo fantástico". "Creía que había sido completamente olvidado por la Academia, ni siquiera sabía que el premio se entregaba este mes", ha declarado Vargas Llosa en declaraciones a la agencia sueca TT.

El Premio Nobel de Literatura 2010 fue celebrado de forma unánime por escritores y editores españoles e hispanoamericanos que asisten a la Feria del Libro de Francfort. Entre las felicitaciones recibidas por el escritor procedentes de todos los rincones del mundo está la del presidente de Perú, Alan García, que se ha referido al galardón de su compatriota como "un acto de justicia". "El mundo reconoce la inteligencia y la voluntad libertaria y democrática de Vargas Llosa y es un acto de justicia enorme que en verdad esperábamos desde nuestra juventud", ha afirmado García en una entrevista con la radio local RPP, recogida por Efe.

Como siempre, las razones de la Academia caben en dos líneas: "Por su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, la revuelta y la derrota". En el momento del fallo el escritor se encontraba en Nueva York, dictando un curso sobre Borges en la Universidad de Princeton. El próximo 10 de diciembre recibirá el premio (dotado con 10 millones de coronas suecas, 1,1 millones de euros) de manos del rey de Suecia en el auditorio de Estocolmo. Antes, la editorial Alfaguara publicará su nuevo libro, El sueño del celta (Alfaguara), un apasionante relato novelesco sobre un personaje histórico, Roger Casement (1864-1916), que indagó la brutalidad del Gobierno de Leopoldo II de Bélgica durante la colonización del Congo y la violencia contra los recolectores de caucho en el Amazonas.

"Pensar en el Nobel es malo para el estilo"

"Pensar en ello [el Premio Nobel] es malo para el estilo, tardío o no". Esa fue la respuesta que Mario Vargas Llosa dio en agosto a EL PAÍS durante la entrevista en la que hablaba extensamente sobre su nueva novela. "Siempre me ha angustiado mucho la idea de esos escritores que pierden el fuego, se callan", dijo también respecto a la tendencia de algunos escritores consagrados a convertirse en monumentos de sí mismo. "Me sentiría muy desgraciado si no pudiera trabajar. Con el tiempo se pierden capacidades, me temo que sí, pero hay que mantener la lucidez y el espíritu crítico. Perder el espíritu es una enfermedad en la que caen muchos escritores. Es como volverse una estatua en vida".

Nacido en Arequipa (Perú) el 28 de marzo de 1936, Mario Vargas Llosa, miembro de la Real Academia Española, atesoraba ya todos los premios importantes de su idioma: del Cervantes al Príncipe de Asturias. Después de años de sonar como favorito en todas las quinielas del Nobel, el escritor peruano ha visto recompensada una trayectoria que incluye clásicos de la literatura contemporánea como La ciudad y los perros (1962), La casa verde (1965) o Conversación en La Catedral (1969).

Colaborador asiduo de EL PAÍS, Vargas Llosa ha destacado también como intelectual y ensayista, tanto en el ámbito político como en el literario. Igual de clásicos que sus novelas son los estudios que ha dedicado a la obra de autores como Flaubert, Joanot Martorell (autor de Tirant lo Blanc), Juan Carlos Onetti o Gabriel García Márquez. Este último era hasta hoy el representante en el palmarés del premio Nobel (lo recibió en 1982) del llamado boom de la literatura latinoamericana, un fenómeno alimentado por grupo de autores que en los años sesenta revolucionó las letras en español. Desde hoy hay ya otro nombre en esa lista: Mario Vargas Llosa.

El último autor en lengua española galardonado con el Nobel fue el mexicano Octavio Paz (1990), que sucedió en el galardón al español Camilo José Cela (1989). El mismo año en que ganó Paz Vargas Llosa se encontraba inmerso en la aventura política que le llevó a ser candidato a la presidencia de Perú. Aquella peripecia concreta, mezclada con sus memorias, dio lugar al libro El pez en el agua (1993).
Vargas Llosa, en detalle

- Nació en Arequipa (Perú), el 28 de marzo de 1936. Pasó parte de su infancia en Bolivia y trabajó de periodista antes de viajar a España para estudiar literatura.

- Se convirtió en un referente literario en los sesenta, con el boom de la literatura latinoamericana. Ha abordado varios géneros, como la comedia, novela negra, literatura erótica, novela histórica y crítica literaria.

- Apoyó la revolución cubana, pero en los setenta, defensor del pensamiento liberal, se posicionó en contra de Fidel Castro.

- Comprometido con su país, fue candidato electoral por el centro derecha con un programa orientado a luchar contra los males endémicos de Perú como la violencia terrorista y la mala situación económica. Perdió contra el candidato Alberto Fujimori.

- Se trasladó a España tras su derrota electoral, lo que causó desencanto entre muchos peruanos.

- La gran pantalla ha adaptado varias novelas de Vargas Llosa como La tía Julia y el escribidor, (Tune in tomorrow, 1990) con Barbara Hershey, Peter Falk y Keanu Reeves.

- Ha recibido diversos galardones internacionales, entre los que destacan el Premio Internacional de Literatura Rómulo Gallegos 1967, el Premio Cervantes 1994 y el Premio Ortega y Gasset de Periodismo 1999. Además, ha sido investido doctor honoris causa por las universidades de Oxford y Harvard, entre otras.

- Actualmente imparte clases de literatura en la Universidad estadounidense de Princeton.

miércoles, 6 de octubre de 2010

"GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ"- Cien años de soledad

NUEVO LIBRO DEL GABO

García Márquez publica “Yo no vengo a decir un discurso”


Seis años después de la salida de su novela “Memorias de mis putas tristes”, el próximo 29 de octubre verá la luz en España y Latinoamérica el nuevo libro de Gabriel García Márquez, “Yo no vengo a decir un discurso”, veintidós textos escritos a lo largo de su vida para ser leídos en público.

La editorial Mondadori informó hoy de que ha reunido estos textos del Premio Nobel de Literatura, que fueron escritos para ser leídos por él mismo ante una audiencia y que recorren desde el que escribió, a los 17 años, para despedir a sus compañeros que se graduaban en el Liceo de Zipaquirá, en 1944, hasta el que leyó en 2007 ante las Academias de la Lengua y los Reyes de España al cumplir ochenta años.

“Yo no vengo a decir un discurso”, frase que eligió García Márquez como título de este libro, fue la advertencia que hizo a sus compañeros del Liceo desde las primeras líneas de aquel texto que data de 1944.

En “Como comencé a escribir”, pronunciado ya como exitoso autor de “Cien años de soledad”, en 1970, previene a sus oyentes de su aversión a hablar en público: “Yo comencé a ser escritor en la misma forma que me subí a este estrado: a la fuerza”.

En su tercer intento, al recibir el premio Rómulo Gallegos, en 1972, por “Cien años de soledad”, afirma el escritor que ha aceptado hacer dos de las cosas que se había prometido “no hacer jamás: recibir un premio y decir un discurso”.

Sin embargo, este rechazo cambiará diez años después, al recoger el Nobel de Literatura y tener que escribir el discurso más importante al que puede enfrentarse un autor. El resultado fue “La soledad de América Latina”, considerado una obra maestra, por lo que desde entonces los discursos se vuelven parte de su vida.

Estos textos, en su mayoría inéditos, no solo sintetizan sus obsesiones como escritor, según Mondadori, sino que recogen asuntos que le han preocupado como ciudadano, como los problemas de su Colombia natal, la proliferación nuclear o los desastres ecológicos, incluso el futuro de la juventud y la educación en América Latina, entre otros muchos.

La lectura de estos textos, dispersos u olvidados, ha llevado a García Márquez a comentar:“leyendo estos discursos redescubro cómo he ido cambiando y evolucionando como escritor”.

Fuente: http://www.cubadebate.cu/noticias/2010/10/05/garcia-marquez-publica-yo-no-vengo-a-decir-un-discurso/