ADVERTENCIAS A MÍ MISMO

En el centenario del nacimiento de Norman Mailer

sábado, 25 de diciembre de 2010

ENTREVISTA: PAUL AUSTER Escritor

"El arte es un juego que hay que tomarse en serio"

El autor de 'Trilogía de Nueva York' vuelve en su nueva novela, 'Invisible', a algunos escenarios de juventud como París o Columbia. Es un libro poblado por jóvenes escritores víctimas del azar, el amor y la violencia

ANDREA AGUILAR - Nueva York - 
 
Paul Auster (Newark, Nueva Jersey, 1947) regresa a la Universidad de Columbia y a París, dos lugares donde pasó parte de su juventud, con Invisible (Anagrama), su nueva novela. La entrevista transcurre, sin embargo, a pocas manzanas de su casa, en un café de Brooklyn, territorio habitual en sus ficciones. Es el día después de Acción de Gracias. Auster llega con algo de retraso y cortésmente se disculpa. Viste vaqueros y una camisa azul oscuro, lleva puesta una bufanda roja y gafas de aviador negras.
    Paul Auster

    Paul Auster

    A FONDO

    Nacimiento:
    03-02-1947
    Lugar:
    Newark
    Estados Unidos

    Estados Unidos

    A FONDO

    Capital:
    Washington.
    Gobierno:
    República Federal.
    Población:
    303,824,640 (est. 2008)
"Mi trabajo es instinto, sensación, llega de golpe, no puedo defenderme"
"Lo más difícil es escribir sobre sexo, y en este libro hay mucho"
Invisible es el decimoctavo libro y la novela número 13 del autor de Trilogía de Nueva York. La escribió en aproximadamente seis meses en 2008. Desde entonces ha estado trabajando en la siguiente, que ya ha acabado y saldrá dentro de un año. El nuevo libro ha recibido una brillante crítica en The New York Times, que lo ha saludado como su mejor obra, pero también otra funesta, a cargo del crítico de The New Yorker James Wood.
Lo cierto es que Invisible vuelve a estar poblada por escritores y jóvenes poetas -personajes familiares en el trabajo de Auster- que son víctimas del azar, el amor y la violencia. En este caso es un incesto lo que hace palpitar la trama. Dice que cuando su esposa (la también novelista Siri Husvedt) leyó este pasaje le dijo que parecía estar escribiendo sobre ellos. "Llevamos casados 30 años y hemos construido una amistad muy íntima, un vínculo emocional, intelectual y físico muy fuerte. Creo que tiene razón, de alguna manera eso estaba ahí cuando escribí", explica.
El escritor reconoce que en su ficción necesita hablar de espacios que le son familiares. "Me gusta escribir sobre cosas que conozco y que me han rondado la cabeza durante años. Intentas contar la verdad de tu personaje y del mundo tal y como lo conoces, pero al final el arte es un juego y por eso es divertido, aunque hay que tomárselo muy en serio", dice.
Como Walker, el protagonista de Invisible, Auster era estudiante en Columbia en 1967, le apasionaba la poesía francesa, que se esforzaba por traducir, y aquel año viajó a París en un intercambio. "He comprobado que cuando te concentras en algo distante en el tiempo la memoria te impulsa hacia delante", confiesa. Con su personaje también comparte el recuerdo de un cochambroso hotel en París donde él vivió en 1965. Y Auster, como Walker, fue un firme opositor a la guerra de Vietnam, aunque fantaseó con alistarse con los israelíes en la Guerra de los Seis Días. "Pensé que debía ir pero cuando empecé a planteármelo seriamente la guerra ya había terminado".
En la novela resuenan algunos temas de actualidad. Por ejemplo, el asunto de la evasión de la justicia que obsesiona al protagonista. Este viejo debate ha cobrado nueva fuerza con el caso de Roman Polanski, con quien Auster coincidió en los noventa en un jurado del Festival de Venecia. "Terminé el libro mucho antes de que le detuvieran", explica el escritor, uno de los firmantes del manifiesto en apoyo del director. "Éste es un asunto muy triste. Es un hombre mayor y no entiendo por qué esperaron 30 años para detenerle. Firmé porque me pareció injusto. Hasta donde yo sé, el juez estableció como pena que pasara un tiempo en un hospital psiquiátrico y Polanski cumplió. Luego el juez se retractó y fue entonces cuando se dio a la fuga. Ahora de pronto a todo el mundo le importa este caso, y yo la verdad es que creo que esto ya no es un caso".
La publicación del manuscrito póstumo e inacabado es otro de los ejes estructurales de Invisible. ¿Qué opina de la reciente y polémica publicación del último libro de Nabokov? "Él dijo que no quería que se publicase y su hijo ha tomado ahora la decisión de sacarlo a la luz", contesta. "En el caso de mi novela, no creo que Walker tuviera nunca en mente publicar lo que escribía. Se trata de introducir no ficción dentro de la ficción". El juego narrativo que Auster establece divide la novela en tres partes, con tres narradores y varios saltos entre pasado y presente. "Todo fue orgánico. Las historias me llegan de esa manera: emanan de una necesidad por contar y llega todo de golpe. Así es con todo mi trabajo. Es instinto, una sensación", sonríe. "No puedo defenderme".
La narración de Invisible pasa por la primera, la segunda y la tercera persona. "Cada una te pone en un estado mental diferente", asegura. "La segunda persona es la que da más miedo, de alguna manera parece que vuelve la historia del revés. A Walker le permite tomar distancia de sí mismo y al mismo tiempo el lector penetra bajo la piel del narrador, produce intimidad".
¿Es la intimidad lo más importante en literatura? "Depende de lo que quieras hacer. A veces uno busca objetividad y distancia". Confiesa que las escenas íntimas han sido lo que más le ha costado. "Lo más difícil es escribir sobre sexo, y en este libro hay mucho".

miércoles, 22 de diciembre de 2010

COETZEE

'Verano', de Coetzee, libro del año de Babelia

55 especialistas eligen las obras más destacadas de 2010. Yeats, Piglia, Vargas Llosa, Guelbenzu, Talese, Judt, Pacheco, Zambrano, Giralt y Lahiri encabezan la lista

WINSTON MANRRIQUE SABOGAL - Madrid - 

Las memorias de uno de los grandes premios Nobel de este siglo, el poemario completo de un clásico del siglo XX y la novela de uno de los más importantes autores en español contemporáneos ocupan los tres primeros lugares de Los mejores libros del año de Babelia. Se trata de Verano, de J. M. Coetzee; Poesía reunida, de W. B. Yeats; y Blanco nocturno, de Ricardo Piglia. La lista es el resultado de una encuesta con 55 críticos y periodistas de Babelia, la revista cultural y literaria de EL PAÍS, que se realiza por tercer año consecutivo con medio centenar de especialistas. Toda la información se adelantará en Babelia este viernes 24 de diciembre, debido a que el sábado 25 no hay periódicos.
La lista completa de los diez primeros libros que son doce debido a un triple empate en el décimo lugar es la siguiente:
1-Verano, de J. M. Coetzee (Mondadori)
2-Poesía reunida, de William Butler Yeats (Pre-Textos)
3-Blanco nocturno, de Ricardo Piglia (Anagrama)
4-El sueño del celta, de Mario Vargas Llosa (Alfaguara)
5-El amor verdadero, de José María Guelbenzu (Siruela)
6-Retratos y encuentros, de Gay Talese (Alfaguara)
7-Algo va mal, de Tony Judt (Taurus)
8-Dublinesca, de Enrique Vila-Matas (Seix Barral)
9-Tarde o temprano. Poemas 1958-2009, de José Emilio Pacheco (Tusquets)
10-Esencia y hermosura. Antología, de María Zambrano (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)
Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente (Anagrama)
Tierra desacostumbrada, de Jhumpa Lahiri (Salamandra).
El artículo del libro ganador que publicará Babelia lo ha hecho el escritor y crítico irlandés Colm Tóibín, colaborador de publicaciones como The New York Review of Book, Irish Times y Vanity Fair. Para Tóibín, autor de Brooklyn (Lumen), el Nobel surafricano Coetzee logra en Verano "recuperar una actitud juguetona. Imagina que está muerto y que un biógrafo está tratando de reconstruir cómo era su vida en la época en la que escribió sus dos primeros libros, Tierras de Poniente y En medio de ninguna parte, entre 1971 y 1977. El biógrafo tiene que trabajar con sólo unos fragmentos de memorias; algunos quizá no son fiables. De modo que parte en busca de personas que conocieron a Coetzee en aquellos años y las entrevistas. La mayor parte de la novela consiste en las transcripciones de dichas entrevistas".
Mañana, en la edición de ELPAÍS.com, se publicará un especial con los libros elegidos: críticas de las obras más destacadas, los títulos agrupados por ocho géneros (los cinco primeros de cada uno), la lista de las votaciones de cada uno de los 55 especialistas que participaron y un análisis completo de la encuesta. Los libros más destacados de la encuesta tuvieron un tratamiento especial en Babelia, en su momento, con entrevistas, largas críticas e incluso, algunos fueron portada y libros de la semana. Por lo pronto, la continuación del listado de los 20 mejores libros del año, que son 29 debido a varios empates:
11- El mundo bajo los párpados. Jacobo Siruela (Atalanta)
12- Visión desde el fondo del mar. Rafael Argullol (Acantilado)
13- Hojas de Madrid. Con La Galerna (1968-1977). Blas de Otero (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)
- Libro de los muertos. Apuntes 1942-1988. Elias Canetti (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)
14- Notas al pie de Gaza. Joe Sacco (Mondadori)
15- Correr. Jean Echenoz (Anagrama)
16- Autobiografía sin vida. Félix de Azúa (Mondadori)
- Del lado del amor. Poesía reunida 1994-2009. Juan Antonio González Iglesias (Visor)
- Nunca fue tan hermosa la basura. José Luis Pardo (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)
- Todo lo que tengo lo llevo conmigo. Herta Müller (Siruela)
17- Brillan monedas oxidadas. Juan Eduardo Zúñiga (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)
18- Hoy no es ayer. Ensayos sobre la España del siglo XX. Santos Juliá (RBA)
- La experiencia totalitaria. Tzvetan Todorov (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores)
- Leviatán o la ballena. Philip Hoare (Ático de los libros)
- Una saga moscovita. Vasili Aksiónov (La otra orilla)
19- La idea de la justicia. Amartya Sen (Taurus)
20- La muerte del adversario. Hans Keilson (Minúscula)
La tercera parte de las memorias de Coetzee, Verano, el es cuarto libro del año elegido por Babelia en una encuesta con medio centenar de especialistas. Las obras de los años anteriores fueron: 2009: Anatomía de un instante, de Javier Cercas (Mondadori); 2008: Chesil Beach, de Ian McEwan (Anagrama); y 2007: Vida y destino, de Vasili Grossman. Veremos que nos depara el próximo año que ya promete grandes nombres, y, seguramente, grandes libros.

lunes, 20 de diciembre de 2010

sábado, 18 de diciembre de 2010

LAS VOCES DEL SILENCIO

André Malraux: las voces del silencio


Le pido prestado a André Malraux el título de uno de sus libros fundamentales sobre las artes plásticas, porque justamente de Malraux tratará hoy esta columna. Inexorablemente, en la vida de todo lector voraz llega la hora -crepuscular- de la relectura. Es cuando se descubre, medio siglo después, que del texto leído a los veinte, veinticinco años, poco o nada se entendió. Hasta tal punto que uno da gracias al tiempo transcurrido porque permite renovar y ahondar la emoción de aquel primer encuentro, como si todo (incluido el viejo lector) fuera nuevo otra vez.
Así me ocurrió en estos días con "Las voces del silencio", de Malraux, ese viaje por la historia mundial de las artes que abarca no sólo a la cultura occidental sino también a Oriente, el arte precolombino, el de los niños, el de los locos... Muchas conclusiones del gran escritor son discutibles, y otras resultan de una exactitud y una clarividencia que, a casi cincuenta años de su enunciación, la actualidad no hace sino corroborar, con asombro. Me interesa destacar aquí la frecuencia con que Malraux reflexiona sobre la estrecha relación que en ciertas épocas hubo entre pintura y teatro.

* * *
Ya en los vasos griegos se figuraban escenas de tragedias y comedias, y los restos de pinturas romanas, al fresco o en mosaico, muestran a menudo a los actores, en acción o en reposo. Ilustres críticos franceses de arte, Pierre Francastel y André Chastel, han demostrado cabalmente cómo el teatro y la pintura intercambiaban imágenes en la Edad Media, sobre todo a partir de la creación del gótico: "El arte románico es ajeno al teatro", sostiene Malraux. En cambio, el barroco (fines del siglo XVI, todo el XVII y parte del XVIII) es esencialmente, frenéticamente teatral. Anota: "El teatro ocupaba en la vida un lugar cada vez mayor; en literatura, pasaba a primer plano; en las iglesias jesuitas imponía su estilo a la religión. La representación encubría la misa como la nueva pintura encubría los frescos y los mosaicos [...]. Durante tres siglos, después de un relámpago de armonía y algunos bellos decorados, el gusto del teatro sustituyó a lo que se había creído ser, durante siglos de fe, el gusto de la verdad, y que desde los Génesis románicos hasta las floraciones renacentistas había sido la voluntad de una inmensa Encarnación. La pintura quiso ser un teatro sublime".

* * *
"Los jesuitas aceptaron la libertad barroca solamente en el vasto dominio ornamental que hacía de la iglesia un decorado, y sometieron pronto el gesto barroco al arte de la ilusión, a la pintura que sublimaban los cuadros vivos que sus colegios honraban." (Recordemos aquí, al pasar, las representaciones teatrales edificantes ejecutadas por los indígenas en las misiones jesuíticas.) Prosigue: "De ahí el carácter furiosamente profano de este arte que se decía religioso. Esas santas no eran ni totalmente santas ni totalmente mujeres: se habían convertido en actrices. De ahí también la importancia de los sentimientos y de los rostros: el medio de expresión más importante del pintor no era el dibujo ni el color: era el personaje".
La era siguiente, la edad neoclásica, abominará de estas frenéticas representaciones bíblicas o evangélicas, para reemplazar a sus héroes por otros no menos teatrales: "Los elegirá en la tragedia clásica en vez de elegirlos en la tragedia jesuita". Y si bien el arte moderno, dice Malraux, se negará a narrar, subsiste el criterio según el cual "toda persona indiferente a la pintura da vida, instintivamente, a los cuadros y los juzga en función del espectáculo que sugieren".
Por Ernesto Schoo

jueves, 16 de diciembre de 2010

ECO

Después de El nombre de la rosa, Eco es otra vez best seller

Luego de la crítica que le hizo la Iglesia Católica, vendió en Italia 600 mil ejemplares en un mes. Una genealogía del antisemitismo y una reflexión sobre el papel de la prensa.
  En Italia, en un mes se vendieron 600 mil ejemplares y no entiendo por qué. O se volvieron locos, y ciertamente lo están porque votan a Berlusconi, o el libro habla de cosas que suceden hoy”, dijo Umberto Eco sobre su última novela, El cementerio de Praga, que no sólo desató una enorme polémica, sino volvió a consagrarlo como un best seller. Su repercusión, en efecto, fue casi tan grande  como la que tuvo hace tres décadas El nombre de la rosa, la novela que desplegaba la intriga policial en un ámbito culto por excelencia: un convento medieval en que los monjes se abocaban a la tarea de copiar manuscritos. La última, en cambio, se sitúa en el siglo XIX en que se anuncian los problemas que vivirá el siglo XX y que permanecerán sin resolverse también en el siglo XXI. El falsificador profesional Simone Simonini descubrirá que los libros y la prensa son dos elementos privilegiados para la manipulación. Este descubrimiento le llegará por vía, entre otras cosas, del discurso antisemita, cuyos efectos trágicos conocieron muy bien quienes vivieron en la segunda mitad del siglo XX. Simonini odia no sólo a los judíos, sino también  a las mujeres, a los masones, a los jesuitas y a todo lo que lo rodea. La novela recrea cómo se gestó ese odio, aunque este valor casi documental no es admitido como tal por todos los críticos. Algunos dicen que el texto estimula a través de su genealogía esos sentimientos negativos que culminaron con la matanza de 6 millones de judíos. Cuesta pensar, sin embargo, que ese haya sido el objetivo de Eco. Lo cierto es que el personaje que pone en escena hace gala de una gran incorrección política y por eso la novela se ha convertido en un blanco de críticas de diferente índole. Por ejemplo,  a través del Obsservatore Romano, su texto ha sido criticado porque se hace referencia al antisemitismo que pusieron en evidencia los jesuitas. Pero las malas críticas no siempre dan resultados negativos. Paradójicamente, a veces, se convierten en un excelente argumento de venta. De hecho, la observación de la Iglesia lo único que consiguió “es que se vendieran 100 mil ejemplares más del libro”, según lo declaró el propio autor.
Eco es quien inaugura con El nombre de la rosa la moda del best seller erudito. El Código Da Vinci es producto, en parte, de ese impulso por tomar material histórico y convertirlo en material literario. Pero a diferencia de la novela que se desarrollaba en un convento medieval, El cementerio… remite a un problema muy actual y tiene una connotación particular en Italia. Allí, el archienemigo de Eco, Silvio Berlusconi, es el dueño de un monopolio informativo que contribuye a mantenerlo en el poder. Y lo que plantea la novela tiene que ver, precisamente, con la “construcción” de la realidad a través del discurso periodístico y con la forma en que los discursos falsos circulan y alcanzan tanta o mayor eficacia que los verdaderos.

martes, 7 de diciembre de 2010

NORMAN MAILER

Norman Mailer, el autor que golpeó la conciencia de tres generaciones

  • Ya desde su primer libro 'Los desnudos y los muertos' tuvo un éxito arrollador
  • Su segundo Pultizter llegó 11 años después del primero, con 'The Executioners Song'
Foto: William CouponFoto: William Coupon


DAVID TORRES
 
MADRID.- Novelista, periodista, ensayista, cineasta a ratos, hombre de letras de la cabeza a los pies, Norman Mailer era el último vástago de una tradición genuinamente americana: el heredero directo de una estirpe que también dio a Jack London y a Hemingway. Ha muerto el 10 de noviembre de 2007 en Nueva York a los 84 años.
En su famoso libro sobre la pelea entre los boxeadores Ali y Frazier, 'El rey de la montaña', Mailer escribió que el ego era el gran sustantivo del siglo XX, la palabra más importante añadida a la potencia esencial del idioma. Pocos escritores del pasado siglo pueden vanagloriarse de un ego semejante al de Mailer, que se convirtió a sí mismo, a todo lo largo de su escritura, en el martillo, el yunque y el fuego.
Nacido en Long Branch, New Jersey, en 1923, en el seno de una familia judía, pasó la adolescencia en Brooklyn y se diplomó en Mecánica Aeronáutica en Harvard en 1943. Reclutado por la Armada en 1944, luchó en el frente del Pacífico, una experiencia que reflejaría en 'Los desnudos y los muertos', probablemente uno de los mejores libros sobre la Segunda Guerra Mundial y tal vez su mejor novela. Publicada en 1948, la obra supuso para el joven debutante un clamoroso éxito de crítica y público y, desde entonces, su nombre pasó a formar parte de una brillante y múltiple constelación de escritores (Truman Capote, John Updike, Saul Bellow, Philip Roth) que acabaría por formar la vanguardia de las letras estadounidenses.
En 1951 publicó 'Costa bárbara' y en 1955 'El parque de los ciervos', novelas ambas que no alcanzaron ni de lejos la resonancia de su libro bélico. Volcado hacia el periodismo, fundó el semanario neoyorquino 'The Village Voice', donde publicó en 1956 su celebérrimo reportaje 'El negro blanco: reflexiones superficiales sobre el hipster', un ensayo incendiario con una peculiar visión de los problemas raciales y una demoledora exaltación de la violencia. Al tiempo que apoyaba a Kennedy y tronaba contra la Guerra de Vietnam, Mailer se iba transformando, si no en la conciencia fetal de EEUU, sí en el Pepito Grillo más vocinglero y meticón de toda la intelectualidad norteamericana, la voz más agria de la contracultura.
Servidos en una prosa fastuosa, subversiva y delirante, sus trabajos de campo sobre las convenciones demócratas y republicanas de finales de los 50 y comienzos de los 60 (recogidas, en parte, en Los papeles presidenciales), y el reportaje sobre la marcha pacifista sobre el Pentágono (Los ejércitos de la noche, 1967) le convirtieron, en palabras de Robert Lowell, en "el mejor periodista de América".
Mientras tanto, en el terreno privado, su vida seguía los mismos derroteros contradictorios, virulentos y salvajes que su escritura. Enemigo declarado de cualquier método anticonceptivo, tuvo nueve hijos a lo largo de seis matrimonios, arrastrando una larga serie de pensiones de divorcio y una agitada trayectoria conyugal que culminaría en 1960 con el apuñalamiento de su segunda esposa, Adele Morales, durante una borrachera bastante subida de tono. La agresión se saldó con una breve visita del escritor a un hospital psiquiátrico y con un libro escrito por la ex de Mailer en 1997, 'La última fiesta'.
Quizá no sea casualidad que dos de sus mejores novelas ('Los hombres duros no bailan' y 'Un sueño americano') alberguen fantasías sobre esposas asesinadas. Ambos libros también participan de la vertiente filosófica de Mailer: una visión sumamente personal del existencialismo que gira en torno a la idea de un demiurgo imperfecto, una especie de dios exhausto cuya creación se le ha ido de las manos como una alocada novela donde los personajes se desmandan, seducidos por un astuto diablo encarnado en el plástico y el cáncer. Dentro del volumen 'Caníbales y cristianos', los ensayos 'La metafísica de la barriga' y 'La economía política del tiempo' presentan algunas de sus ideas más excitantes, profundas y polémicas.
A comienzos de los 70, Mailer realizó algunas películas experimentales (la más conocida es 'Maidstone'), pero en el cine tuvo tan poco éxito como en su carrera política: se presentó varias veces a la alcaldía de Nueva York y confesó (en A'dvertisements for Myself') que en varias ocasiones se había presentado como candidato a presidente "en la intimidad de mi mente". Milos Forman aprovechó su aspecto inconfundible (baja estatura, melena explosiva, ojos llameantes) para un breve papel en 'Ragtime' (1981). Pero Mailer daba mucho más juego en la televisión y en las apariciones públicas, donde mantuvo sonadas broncas con otros colegas de profesión.
En 1958 desafió a una pelea a puñetazos al novelista William Styron por una supuesta burla que éste había hecho de su segunda esposa, Adele Morales. En 1971 la sangre llegó al río con Gore Vidal, a quien agredió públicamente porque lo había comparado con Charles Manson. Pero la más célebre y rocambolesca de sus trifulcas -mantenida a lo largo de décadas, como un tormentoso noviazgo- fue la relación de amor y odio con Truman Capote, uno de los pocos escritores a quienes Mailer respetaba (llegó a decir que era "el escritor perfecto de mi generación") y con quien mantuvo agrias polémicas prácticamente por cualquier cosa: desde Kerouac y los beatnik (a quienes Capote despreciaba) hasta 'La canción del verdugo' (1979), la monumental novela por la que Mailer ganó por segunda vez el Pulitzer. Basada en la vida del asesino Gary Gilmore y escrita a la manera de un gran reportaje de investigación, el libro demuestra la influencia del nuevo periodismo y sobre todo de la obra maestra de Capote, 'A sangre fría'. Pero también supuso un triunfo personal de Mailer que, por una vez, abandonó su propio ego durante centenares de páginas para lanzarse a un exacto y descarnado ejercicio de objetivismo.
Obsesionado por la masculinidad, como London y Hemingway, Mailer también era un devoto del boxeo que siguió atentamente la carrera del mejor peso pesado de su época, Muhammad Ali. En 1973 viajó hasta Kinshasa (El Congo) para presenciar el fenomenal combate entre Ali y Foreman, y la crónica que escribió del mismo ha quedado como una de las leyendas imborrables de la profesión periodística y de la literatura deportiva. Otro tanto ocurre con el 'Homenaje a El Loco', amplio reportaje sobre un torero mexicano, donde su preciso y coloreado instrumental de escritor encuentra un terreno abonado para sus espléndidas metáforas. En cambio, a pesar de sus estudios de ingeniería aeronáutica en Harvard, 'Un fuego en la luna' (un ambicioso reportaje sobre la misión del Apolo XI), carece de ese inigualable toque de exaltación y maestría que posee Mailer cuando un tema le apasiona.
Eterno candidato al Nobel durante varias décadas, su fama de bocazas y de provocador nato lo alejaron siempre de las quinielas de ganador. Machista acérrimo, profeta aficionado, bufón a ratos, intelectual de pura raza, Mailer quiso ser y fue toda su vida un incordio, un agitador de conciencias, la encarnación misma de lo políticamente incorrecto: una piedra de escándalo para el feminismo rampante y una afrenta viva para varios presidentes, de Johnson a Bush Jr., pasando por Nixon y Carter.
Poseído de una curiosidad omnívora de la que da cuenta una amplísima bibliografía que incluye, además de docenas de libros, centenares de columnas, artículos y reseñas, hicieron época su defensa dostoievskiana de 'American Psycho' y su ataque descarnado contra Tom Wolfe. En 1983 publicó 'Noches de la antigüedad', una ambiciosa y voluminosa novela sobre el Antiguo Egipto, que incluye cuatro reencarnaciones de un personaje, y en 1991, 'El fantasma de Harlot', una novela, no menos voluminosa y ambiciosa, sobre el funcionamiento interno de la CIA.
Mailer nunca dejó el centro del cuadrilátero, ni siquiera en estos últimos años en que, viejo y enfermo, no dejaba de acudir a lecturas y encuentros con universitarios. El pasado octubre, fue sometido a una operación de pulmón de la que pocos confiaban en que pudiera recuperarse. Murió el 10 de noviembre, a los 84 años, en el hospital Monte Sinaí de Nueva York. En sus últimos libros se atrevió a sacar a la palestra a Cristo, a Hitler, y al mismísimo diablo, adversarios que él, quizá, consideraba a su altura.