

Recuerdos de
La Rioja
"... El nuevo gobierno, ante los agobiantes problemas riojanos, los había resuelto eliminando la provincia. Con la nueva división política, la parte cordillerana quedó para San Juan, la parte norte para Catamarca y el resto para Córdoba. Los cordobeses habían instalado una fábrica de salchichas en la Casa de Gobierno, el gobernador había pasado a ser ordenanza en un pasillo de los Tribunales de San Juan, (...) la ciudad capital fue taponada con quioscos, y el obispo, que se resistió, fue descendido a monaguillo por sugerencia del cardenal primado. Finalmente los perros, los burros, los gallos y los vendedores ambulantes fueron unificados en el rubro ‘varios’, embalados y remitidos a Bolivia en pago de una deuda..."
[Fragmento de "El trino del diablo", novela escrita en La Rioja en 1974, durante la gobernación de Carlos Menem]

Persecución de un
ritmo
Por Noé Jitrik
Por Noé Jitrik
La circulación de la
producción literaria de un escritor responde a la inmediatez instituida de los
escritores consagrados por la academia o por las grandes editoriales, lo que
implica que el sujeto de la literatura ya no es el lector sino el propio editor.
En la madeja de esta complejidad, la obra de Daniel Moyano, a diferencia de
Rodolfo Walsh, es más silenciosa, y tal vez por eso menos recordada. Existe la
"veleta", un oportunismo que establece cuáles son los autores que hay que leer y
de los cuales hay que hablar, sin tener en cuenta el valor de los que quedan
afuera de este círculo. La primera novela que leí de Moyano fue Una luz muy
lejana. En esas páginas sentí que aparecía una voz que recordaba la luz de la
provincia con una solidez y una firmeza que me sorprendieron. La constante de su
escritura está relacionada con la música, la persecución de un ritmo, que
distinguía sus cuentos y novelas de otras narrativas. El tomaba a la música como
soldador de su escritura, con la precisión y la elegancia del violinista que
era. Lo vi en España, poco antes de morir, cuando le otorgaron el Premio
Cervantes a Augusto Roa Bastos, y me dijo que se sentía poco reconocido y leído.
Los caminos
inversos
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Por Héctor Tizón
La obra del escritor no muere cuando se acaba la vida biológica del autor. Moyano fue el precursor de una literatura que hizo el recorrido contrario, desde adentro hacia la metrópolis, junto con Juan José Saer y Antonio Di Benedetto. Logró jugar en primera sin haber nacido en Buenos Aires. El hecho de que no haya muchos libros en las librerías es por las mecánicas de funcionamiento del marketing editorial. La importancia de su literatura va a vencer esta indiferencia aparente. Una novela como Libros de navíos y de borrascas es un trabajo contundente porque representa el momento sublime de la madurez de Moyano, al reflejar el estado de ánimo de toda una generación. En Madrid nos veíamos con frecuencia y siempre me dio la impresión de que quería regresar pero que intuía que jamás volvería a pisar suelo argentino. Solía utilizar una metáfora sobre la desaparición de lo que alguna vez se llamó Argentina: como una isla de Cracatova. La última vez que lo vi estaba triste, un estado de ánimo poco representativo de su personalidad. Supongo que aunque él no sabía que tenía cáncer, intuía que la muerte le estaba rondando bajo la forma de una enfermedad incurable.
Fuente: Página/12,
2002
La obra del escritor no muere cuando se acaba la vida biológica del autor. Moyano fue el precursor de una literatura que hizo el recorrido contrario, desde adentro hacia la metrópolis, junto con Juan José Saer y Antonio Di Benedetto. Logró jugar en primera sin haber nacido en Buenos Aires. El hecho de que no haya muchos libros en las librerías es por las mecánicas de funcionamiento del marketing editorial. La importancia de su literatura va a vencer esta indiferencia aparente. Una novela como Libros de navíos y de borrascas es un trabajo contundente porque representa el momento sublime de la madurez de Moyano, al reflejar el estado de ánimo de toda una generación. En Madrid nos veíamos con frecuencia y siempre me dio la impresión de que quería regresar pero que intuía que jamás volvería a pisar suelo argentino. Solía utilizar una metáfora sobre la desaparición de lo que alguna vez se llamó Argentina: como una isla de Cracatova. La última vez que lo vi estaba triste, un estado de ánimo poco representativo de su personalidad. Supongo que aunque él no sabía que tenía cáncer, intuía que la muerte le estaba rondando bajo la forma de una enfermedad incurable.
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