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martes, 17 de septiembre de 2013

JORNADAS FOGWILL


Las esquirlas de un escritor polémico

Horacio González, Vera Fogwill, Ezequiel Grimson y María Moreno inaugurarán este cónclave de lectores, críticos, escritores, editores, poetas y músicos, convocados para reflexionar y discutir sobre la obra del autor de Los Pichiciegos.





 Por Silvina Friera
Un solo nombre de marca se recorta sobre las conversaciones como repentinos recuerdos fulgurantes. Fogwill, ese autor capaz de auscultar los movimientos y tembladerales de la lengua –“formas del roce entre uno y la palabra”, según ha escrito en La gran ventana de los sueños, uno de los inéditos publicado este año–, es la puerta de entrada para “En otro orden de cosas”, las jornadas Fogwill que empiezan hoy a las 16.30, en el auditorio David Viñas del Museo del Libro y de la Lengua, y que se extenderán hasta el próximo jueves. Su hija Vera Fogwill, Horacio González, Ezequiel Grimson y María Moreno inaugurarán este cónclave de lectores, críticos, escritores, editores, poetas y músicos, convocados para reflexionar y discutir sobre la obra de un escritor que supo colocarse en el centro de las polémicas literarias y políticas que agitaron las aguas de la cultura nacional de las últimas décadas. Después de la apertura y la proyección de fragmentos de Ultimos movimientos, Obra en construcción y Fogwill: último viaje, comenzará el primer encuentro sobre música y poesía con Martín Gambarotta, Silvio Mattoni, Damián Ríos y Pablo Gianera. La primera jornada terminará con Ulises Conti y Sergio Bizzio, quienes leerán fragmentos de “En el bosque de pinos de las máquinas”. En esta suerte de “conjura de memoriosos” también participarán Alan Pauls, María Pía López, Hernán Vanoli, Cecilia Szperling, Graciela Speranza, Carlos Gamerro, Daniel Divinsky, Luis Chitarroni, Julia Saltzmann y Gustavo Ferreyra (ver aparte), entre otros.
“Lo primero que quiero decir es que estoy contento con la invitación –dice Gambarotta, autor de Punctum, libro de poemas seminal de la década del ’90 cuya reedición está dedicada a Fogwill–. Es verdad que no siempre te dan ganas de ir a todos los lugares a los que te invitan, pero también pasa que quisieras ir a algún lugar y directamente no te invitan. Estoy contento con que alguien en la Biblioteca Nacional, específicamente esta Biblioteca Nacional actual, haya pensado que podía decir algo sobre Fogwill. Ahora no sé muy bien lo que voy a decir sobre ‘Fogwill, editor de poesía’. O si lo sé, no quiero adelantarlo del todo. Pero sí me parece importante decir en ese auditorio algo que se me vuelve una verdad histórica, un mensaje a los historiadores literarios del futuro: no se olviden de que Fogwill editó los libros de Leónidas Lamborghini, de Osvaldo Lamborghini, de Néstor Perlongher y de Oscar Steimberg, allá por 1980. Me refiero a que este genial gesto de editor, por sí solo, es suficiente para que Fogwill tenga un lugar destacado cuando se escriba la historia de la literatura argentina de nuestros tiempos.”
Cecilia Szperling explica que Fogwill utiliza la expresión “Escuela de sueños”, en La gran ventana de los sueños, para referirse al psicoanálisis. “Lo elegí para titular mi pequeña crónica sobre el libro porque se basa en un diario de sueños, pero más que nada en la reconstrucción de los sueños. En cómo se escucha, se recuerda y se escribe un sueño. Cómo mantiene ese crudo de la nota despatarrada y escueta en el cuaderno de notas y ese mínimo o, mejor dicho, ese núcleo de verdad –de la verdad del sueño– se mantiene en medio de relatos cortos que posiblemente estén hechos del recuerdo de sueños que vino con esa mínima anotación, más el recuerdo de otros sueños de esa clase; hay géneros de sueños, ‘Los de mar’, ‘Los de cementerios’.” Szperling subraya que este libro es “muy hermoso” porque “cabalga entre Fogwill poeta, Fogwill narrador”. “El lirismo de los sueños, su surrealismo, es cruzado por la realidad, muchas veces por lo que sucede al despertar con el ‘resto nocturno’ que el sueño imprime al día que le sigue. Como en algunos de sus cuentos de realismo sucio que es agujereado a picotazos por una imagen onírica (‘Dos hilitos de sangre’) en La gran ventana de los sueños, el delirio, la liviandad y la fantasía del sueño desembocan en momentos de nitidez de pensamiento diurno. De la ensoñación y la libertad nocturna a la racionalidad del día y del trabajo cotidiano.”
“Leer mal es leer a contrapelo de una época, pero al mismo tiempo desde esa época –plantea Hernán Vanoli–. Hay una especie de consenso entre los supuestos eruditos de la literatura, en el cual Fogwill fue un ‘arqueólogo del lenguaje’, una suerte de ‘alquimista loco’ que era al mismo tiempo un donante perenne de anécdotas personales útiles para confirmar la cordura y la pertenencia al campo literario de un rosario de vasallos del buen pensar y del buen escribir. Esas figuras son funcionales para pasteurizarlo y luego incorporarlo desde un lugar lateral en un panteón que sinceramente no le interesa a nadie. Leerlo ‘mal’ es sacarlo de esa bruma, del lugar del ‘francotirador’, y decir que Fogwill fue un escritor–sociólogo, un tipo que escribía sobre el poder, sobre el lenguaje de las organizaciones, sobre la guerra sucia como una estructura profunda de la política argentina, y principalmente sobre el futuro, sin resignar ambiciones estéticas.” Vanoli agrega que leerlo “mal” también es “creerse una serie de valores –la fe en la poesía, el desprecio por lo audiovisual, la mistificación de la industria editorial– a los que Fogwill adscribía”. “Hoy es ridículo pensar que el lenguaje poético y, peor aún, las prácticas de la microtribu urbana de la poesía representan algún tipo de resistencia a algo. La poesía acontece todo el tiempo en Internet y en forma involuntaria; hoy el desafío va por otro lado. Pero este costado conservador de Fogwill, que también le facilitó su canonización actual, es paradójicamente uno de los más venerados. Yo quiero rescatar otras cosas.”
De las quince hipótesis a contrapelo del legado del autor de Los Pichiciegos, Vanoli anticipa algunas cuestiones a Página/12: “Una tiene que ver con la idea de que era un escritor humanista e iluminista. Hay ciertas lecturas que lo quieren colocar como un tipo lleno de saberes prácticos, y como un romántico. No era así. Fogwill vivió mucho, es cierto, pero él mismo reconoce que muchas de las cosas que explicaba en detalle eran invenciones. Leerlo desde ahí, con Internet como un reservorio inagotable de explicaciones prácticas, es situarlo como un escritor del pasado. El proyecto de Fogwill era más parecido al expresionismo político. Y no era humanista, ni antitécnico. La experiencia sensible, para Fogwill, era la del goce en la opresión por parte de las organizaciones y la maquinaria del lenguaje. Fogwill fue nuestro gran escritor antimoderno”. Por otro lado advierte que le interesa destacar la lectura que hacía Fogwill de las “políticas culturales”, los festivales, las ferias del libro, “todo el circo que une turismo, burguesía de negocios, buena conciencia y stand-up”. “La crítica que hace Fogwill al proyecto cultural del alfonsinismo se queda corta si pensamos en el rol asignado por las instituciones estatales, y también por la filantropía internacional, a la literatura dentro del plano de las ‘industrias culturales’ hoy. Mi idea es que Fogwill vio, además de las continuidades del proceso y toda esa cantinela, el germen de un modelo de pensar la función social de lo literario desde las instituciones que hoy está más vigente que nunca, y que es banal, miedoso, ignorante y poco efectivo.”
* La agenda completa de “En otro orden de cosas” se puede consultar enwww.bn.gov.ar

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